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martes, 20 de febrero de 2024

EL EVANGELIO SE TRADUCE EN UNA VIDA PRÁCTICA






 Lectura: 1ª Pedro 2:9-25

Cita: 1ª Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” 


 Muchas veces pareciera que es imposible reconciliar el nivel espiritual con la vida práctica. Se piensa que la Palabra de Dios contiene enseñanzas preciosas para ser leídas en los momentos libres o en los momentos en que atravesamos una dificultad. Si bien esto es cierto, también lo es que el evangelio, además de poseer espíritu es práctico y debe ser aplicado en todas las actividades de nuestro diario vivir.

Dios nos mostró que el evangelio es eminentemente práctico, nació en un pesebre, se manifestó en medio de las necesidades de los pobres, de los enfermos, de los endemoniados y de todos los menesterosos, para evidenciar que el reino de Dios se había acercado.

El evangelio no se quedó en las alturas emitiendo una potente voz desde una nube, sino que estuvo entre nosotros, porque el verbo se hizo carne. El Invisible se hizo visible en Jesucristo, en Él se reconcilió la dimensión espiritual con la dimensión práctica.

La pregunta sería: ¿Está Dios en tu vida diaria? ¿Reflejas la gloria de Dios en tu andar y en tu hablar? ¿O simplemente eres cristiano dominical? ¿Tienes ídolos todavía, no de yeso, sino de personas o de bienes materiales que te apartan de Dios?

Tú y yo debemos evidenciar una vida práctica que honre a Dios. Dentro de nuestro desenvolvimiento debe haber un rasgo característico que nos distinga del mundo, que le diga a la gente que le pertenecemos a Jesucristo, que nos llamen luz y sal del mundo, que realmente demostremos que somos una familia escogida por Dios, un pueblo santo, un ejército de hombres y de mujeres que anuncian las virtudes de Dios, con el ejemplo.

El evangelio es algo más que ser miembro de una congregación cristiana, más que cantar coritos y alabanzas, más que levantar las manos y gritar aleluya. El evangelio es una manera de vivir en santidad, de amar al prójimo, de perdonar, de anunciar el evangelio y de reflejar en nuestra vida la luz de Jesucristo.

Hoy es un buen momento para colocarse bajo la lupa de Dios y si hemos estado fallando, reconciliémonos con Él, que nada ni nadie nos estorbe para alcanzar las promesas y galardones que nos ha preparado. El paso por el mundo es ligero, vale la pena ser fiel aquí y ahora, pues la eternidad no tiene fin.

Ojalá que antes de hablar o de actuar, cada uno de nosotros pensara por un momento, si lo haríamos igual estando el Señor delante. Porque, aunque no lo miremos, Él siempre está ahí.


 Pensamiento: Nuestra vida práctica es la manera más efectiva para predicar el evangelio de Jesucristo. 

 


lunes, 12 de febrero de 2024

El Perdón

 

 Cita: Mateo 18: 33  

“¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti?”


El apóstol Pedro le pregunta a Jesús: “¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?  ¿Hasta siete?”

Según la tradición judía, se podía perdonar hasta tres veces. Pero Pedro, queriendo mostrar su nobleza de corazón, dice que está dispuesto a perdonar hasta siete veces.
Jesús va más allá, le responde que debe perdonar hasta setenta veces siete, significando esto que el perdón es ilimitado y le refiere una parábola:

 El Maestro relata que un siervo le debía al Rey diez mil talentos (equivalentes hoy a unos     $10, 800,000 dólares). No teniendo como pagarlos, se postró delante de su Señor y le suplicó paciencia, que él le pagaría todo. El Rey movido a misericordia le perdonó la deuda.

Aquel siervo salió de la presencia del Rey dando saltos de alegría, va jubiloso cantando por las calles, cuando de repente, sucede algo increíble: Encuentra a un consiervo suyo, el que le debía cien denarios (equivalentes hoy a unos $ 18 dólares). Con lujo de violencia lo agarra por el cuello y lo está ahorcando para exigir que le pague. No valieron las súplicas del consiervo, y aquel que acababa de ser perdonado por su Señor, lo echó en la cárcel.

La vieja naturaleza no quiere perdonar, lo único que quiere es descargar su ira y vengarse. La vieja naturaleza sólo quiere ahorcar a todo aquel que le deba algo, por insignificante que sea.
En cada ser humano, esta vieja naturaleza adquiere diferentes matices, unos más virulentos, otros más inocuos; pero todos, igualmente lesivos.

Esta es la tragedia del ser humano, sabiendo que él necesita de perdón, es incapaz de perdonar a otros. Aun sabiendo que Dios le ha perdonado deudas mucho mayores, y, francamente impagables.

¡Pero cuidado!  La historia tiene un final justo. El siervo malo fue llamado nuevamente ante la presencia del Rey, quien enterado de lo que había hecho con su consiervo, lo echó a la cárcel para que le pagase todo lo que le debía.

Dios nos llama a cuentas todos los días y nos ordena perdonar a los demás como Él nos ha perdonado a nosotros. Dios, además, es paciente, nos concede el tiempo suficiente para que procedamos a arrepentimiento. 

Muchas veces las personas se confunden, porque todo les sale bien y se sienten bendecidos y prosperados; pero es sólo la misericordia de Dios que les está una oportunidad para arrepentirse. Un día el tiempo de Dios y Su paciencia, llegan a término, y Dios hace justicia al agraviado con Mano Fuerte. Dios no puede ser burlado.

Pensamiento: Si no deseas que Dios te cobre lo que le debes, perdona a los que te deben.

jueves, 8 de febrero de 2024

LA MALDICIÓN DE LA LEY





LA MALDICIÓN DE LA LEY

En el Antiguo Testamento, Dios entregó a Moisés las leyes que debía cumplir el hombre para salvarse de la condenación eterna. El requisito consistía en cumplir toda la ley a cabalidad. Si una ley era violada, automáticamente el infractor estaba bajo condenación, considerándose maldito. (Deuteronomio 28:15)

Cuando Jesucristo vino al mundo para ofrecer salvación al pecador, dice en Gálatas 3:13 que: “Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, Pues está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero.” (NVI)

Cuando decimos que Cristo nos rescató de la maldición de la ley, debemos estar conscientes de lo que eso realmente significa, porque no fuimos eximidos de cumplir la ley de Dios.

Si Dios nos hubiese eximido de cumplir Su ley, estaría negando su Naturaleza Santa y ya no sería una obligación el cumplimiento del mayor de todos los mandamientos que dice que debemos amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

 Por otra parte, que Dios nos libere de cumplir Su ley sería un contrasentido y chocaría con lo dicho por Jesucristo en Mateo 5:17-18: “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar, sino a cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.” (RV)

 Entonces, ¿Qué es lo que cambió en las demandas de Dios para con el pecador?

 La condición de cumplir a la perfección toda la ley de Dios para ser salvos, fue cumplida por Jesucristo, Él cumplió la ley, pero además pagó el precio de nuestro pecado al morir en lugar de nosotros en la cruz del Calvario.

Aquí es donde ocurre el mayor milagro y la mayor prueba de amor que Dios nos ha dado. Jesús, como hombre, nació bajo la ley de Moisés y como vimos, Él dijo que no había venido a abrogar la ley, sino a cumplirla. Jesús cumplió la ley en manera perfecta, porque Él nunca pecó, satisfizo absolutamente todo lo que la ley demandaba. La ley se cumplió, no se abrogó.

Cuando un pecador arrepentido acepta a Jesús como su Salvador, está aceptando que Jesús es su representante legal delante de Dios, y esto sólo es posible por la fe, porque no es algo que pueda materializarse físicamente. Lo creemos por la sola Fe.

Entonces lo que cambió fue la condición. Ahora ya Dios no nos pide el requisito de cumplir la ley a cabalidad, sino que la condición es creer en Cristo por la fe. 

Aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador, se traduce en que para Dios es como si nosotros mismos hubiésemos cumplido a perfección la ley y como si hubiésemos pagado el precio del pecado en la cruz del Calvario. La justicia de Jesucristo le ha sido imputada al pecador arrepentido.

Jesucristo, de eternidad a eternidad ha sido obediente al Padre, y si nosotros queremos honrarlo y darle gloria, entonces sabremos y entenderemos que el cumplimiento de la ley sigue siendo una obligación moral y que no tenemos luz verde para quebrantarla deliberadamente.

Nunca olvidemos que como dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, por la obediencia de uno (Cristo), muchos son hechos justos.

 Toda la gloria sea dada a Dios.


jueves, 1 de febrero de 2024


 

DIOS NO AMA AL PECADOR

 

La Biblia dice que Dios es Amor y el amor de Dios es Ágape, es decir, un amor que no obedece a sentimentalismos, sino al hacer lo correcto.

 Erróneamente, muchos cristianos quieren vender la idea de que Dios es Amor sin condiciones y que ama al pecador a pesar de todo. Quizás hagan esto para atraer a las personas al evangelio, quizás lo hagan por temor de decir la verdad de que Dios es Amor pero que también es Ira divina.

 Al respecto existe una frase cliché, “Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador.”

 Esta frase la dijo Gandhi y no tiene fundamento bíblico. Es una frase completamente absurda y cuestionable.

 Primero, hay que aclarar que Dios ama al pecador arrepentido, al que se acoge al plan de salvación que Él diseñó desde antes de la fundación del mundo; a este pecador es a quien ama Dios. Pero al pecador no arrepentido, a ese, Dios le aborrece.

 En la Biblia la palabra abominación, sinónimo de aborrecimiento, aparece 117 veces y significa “asqueroso, cosa detestable.” Hay una cantidad considerable de versículos que hablan de las cosas, hechos o personas que Dios abomina o aborrece, usted puede leerlas.

 Por citar sólo un ejemplo, en el SALMO 5:4-6 dice que Dios NO se complace en la maldad; que el malo NO habitará junto a Él y que los insensatos No estarán delante de sus ojos.

Que Dios DESTRUIRÁ a los mentirosos; que ABOMINA al sanguinario y engañador; que ABORRECE a todos los que hacen iniquidad.

 En este versículo hay TRES NO, que revelan tres características de la Santidad de Dios: aborrece la maldad, al malo y no le tolerará ni cerca de Él.

Luego el concepto de Dios se complementa con tres acciones que Dios ejecuta para hacer valer Su JUSTICIA: destruir, abominar y aborrecer al hacedor de maldad.

 Dios condena al pecador no arrepentido a condenación eterna: “...pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.” (Juan 3:18)

 Cuando dice “el que no cree”, claramente se refiere a personas. No dice que los pecados están condenados, dice que el incrédulo está condenado. LOS PECADOS NO VAN AL INFIERNO, SON LOS PECADORES NO ARREPENTIDOS LOS QUE ESTÁN EN EL INFIERNO.

 Por tanto, es un absurdo decir que Dios aborrece el pecado, pero que ama al pecador. Es igual que si un juez condenara a cadena perpetua los asesinatos seriales y dejara en libertad al asesino. ¡NO! El asesino es condenado por sus actos delictivos  y es él quien va a la cárcel.

 Resulta un contrasentido decirle a alguien que Dios aborrece el pecado pero que ama al pecador, porque Dios sí condena al pecador no arrepentido.

 Y resulta contraproducente, porque cuando a un inconverso se le dice eso, interpreta que a Dios no le importa cuánto ni cómo peque él, porque lo ama tal cual es. Y si Dios me ama a pesar de lo asqueroso que yo sea, ¿para qué me voy a arrepentir y para qué voy a privarme de gozar los placeres de la vida? No lo necesito, porque de todas maneras Dios, por amor, me va a perdonar lo que sea.

Entonces se está predicando una mentira y de paso se está anulando el significado del sacrificio de Jesucristo en la cruz del Calvario. Si Dios ama al pecador no arrepentido, el sacrificio de Cristo fue innecesario. Si Dios por amor iba a concederle el perdón a todos indiscriminadamente, para qué entonces murió Cristo.

Antes de emplear frases cliché, debemos analizar cuidadosamente su significado y sus efectos, para no enseñar herejías.

 Que Dios nos ayude a todos.