“Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.” (Mateo 23:3)
Los Fariseos, pertenecían a una de las principales sectas del judaísmo. Eran gente del pueblo y no tenían la formación intelectual de los Escribas; pero eran muy respetados por el pueblo.
Los Escribas o “doctores de la ley” eran los intelectuales. Ellos estudiaban varios años para obtener el título de Rabí. Eran venerados por el pueblo, sus palabras eran ley y los fariseos les obedecían ciegamente.
En Mateo, todo el capítulo 23, registra la fuerte crítica de Jesús a los fariseos y escribas; porque ellos no glorificaban a Dios, sino que estaban enfocados en hacer dinero y en ser elogiados por la gente.
En los versos 6, 7 y 8, Jesús los describe como personajes que llegaban a la Sinagoga para ser el centro de atención. Su máxima satisfacción era ser llamados Rabí. Pero todo era hipocresía cubierta bajo el manto de la religiosidad y el legalismo. A Jesús, esto le provocaba repudio y asco, por eso les llama hipócritas, pues “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe,” no era lo que practicaban.
Toda la enseñanza de los fariseos y escribas era meramente teórica, como címbalo que resuena; pues con sus actitudes demostraban todo lo contrario. Ante el pueblo se ponían una máscara de bondad y de perfección. Se presentaban como gentes sin mancha y sin arruga, pero en sus corazones había iniquidad, sentimientos egoístas y orgullo; menospreciaban a la gente.
En Marcos 7:11-13, se registra un señalamiento que Jesús hace a los fariseos y escribas. “Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, invalidando la palabra de Dios.”
Si un hijo se enojaba contra sus padres, podía declarar que todos sus bienes eran Corbán, y esto era permitido por los fariseos y escribas. Jesús se llenaba de ira ante estas cosas, porque ellos habían invalidado la ley de Dios y veían como poca cosa el respeto y la honra a los padres.
Así eran los fariseos y escribas, sin ningún temor de Dios, y encima se presentaban ante la gente como personas intachables. Jesús otra vez les llama hipócritas, “porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.” (V 25)
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos muertos y de toda inmundicia.” (V 27)
Fariseos y escribas, eran seres despreciables ante los ojos de Dios, eran pura apariencia de pureza y de amor, pero en sus corazones sólo había iniquidad. Sólo les interesaba el protagonismo, ser las estrellas de la comunidad, ser alabados por todo el mundo y que los demás les considerasen como importantes en sus vidas.
Ellos podían engañar a toda la gente, de hecho, eran buscados para recibir consejo sabio y los incautos los abrazaban, lloraban sobre sus hombros y les decían “hermanito, usted es un ungido de Dios, tiene mucha sabiduría y yo confío en su consejo,” y no sentían el olor a inmundicia que salía de ellos. Pero Dios no puede ser burlado, porque Él conoce los corazones de los hombres. Y a veces, la familia tampoco puede ser engañada, la gente conoce a los fariseos de su casa; porque con la familia se muestran sin máscara.
“¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?” (V 33)
Los fariseos sabían que eran hipócritas, pero se ofendían por la verdad y querían matar a Jesús.
Sin embargo, Jesús nunca les odió, les habló así por amor, para que se arrepintieran y fuesen salvos, pero ellos le rechazaron y no descansaron hasta verle crucificado. El llamado de Jesús, a los suyos, fue: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 5:20)
La gloria y la honra sean dadas a Dios