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martes, 18 de junio de 2024

DIOS BUSCA A LOS HUMILDES



En tiempos de Jesús, Nazaret era una pequeña aldea, con una geografía muy accidentada, llena de terraplenes y muros de contención, que impedían cualquier diseño urbano. Caracterizada por calles angostas. En época lluviosa las torrenteras del Nebi inundaban la población. La basura y el lodo se convertían en un hervidero de moscas, gatos y perros. De ahí la frase “¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?”

En esa aldea creció y vivió el Hijo de Dios. Allí experimentó las limitaciones de la miseria humana, conoció todas las desgracias del pueblo que no tiene otra alternativa más que sobrevivir en condiciones infrahumanas, consecuencia de la injusticia social.

 El Hijo de Dios habitó como uno más entre aquella gente desposeída. Siendo Dios podría haber elegido habitar entre gente de bien, convivir con familias bien educadas; pero no, al Hijo de Dios no le impresionan los estándares con que la insensatez humana mide a los demás seres humanos. Al contrario, a Jesús le provoca desagrado el que cree estar por encima de los demás. 

El Maestro no escogió la próspera Cesárea, ciudad de Herodes, para vivir ni para predicar. Su misión era traer esperanza al oprimido, libertad a los esclavos y el reino de Dios a los de corazón humilde. Los jactanciosos ya tienen su recompensa, han tenido todo lo mejor acá en la tierra, nada les ha faltado ni nada les ha sobrado para estar plenamente satisfechos, y como no necesitan que Dios arregle su familia rota ni mejore en nada a sus parientes, pues Dios pasa de lejos, ellos no le necesitan, ya tienen su lugar en el infierno, si no se arrepienten.

Bienaventurados los misioneros y todos aquellos hombres de Dios que aún no se han contaminado con las corrientes modernas, que van a los rincones más inhóspitos de la tierra para llevar palabras de vida y de esperanza a los desposeídos, que llegan adonde no llega la radio ni la televisión. Predicadores de verdad, ungidos por Dios, que se han despojado de toda la filosofía del mundo, de sus costumbres y de sus maneras de clasificar a las personas en buenas o malas; porque Dios no hace acepción de personas.

Quiera Dios que como cristianos sigamos el ejemplo del Maestro y que vayamos en busca de las “gentes de Nazaret” que en pleno siglo veintiuno siguen siendo descalificados y despreciados por la sociedad.

Pensamiento: Ahí donde la esperanza languidece, la luz de Jesús resplandece.


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