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jueves, 20 de junio de 2024

EL CAMINO ANGOSTO






 “Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7:14).               


Se dice que en China se encuentra el sendero más angosto del mundo, en la Montaña Huá Shan, cuyo pico más alto mide 2160 metros. Este sitio ha sido nombrado como patrimonio de la humanidad. El ancho del sendero sólo permite un caminante, quienes se aventuran a recorrerlo deben ir asegurados con arneses. Es de suponer que este camino, a los no expertos les inspire miedo. Ahí no existe el confort y se requiere de máxima concentración para no dar pie en falso y poder arribar a la cima.

Cuando Jesús dijo que el camino que lleva a la vida eterna es angosto, seguro tratamos de imaginar ese camino y por ello hago mención del sendero Huá Shan. Imagino cientos de miles de salvos marchando en fila, de uno en uno, donde el arnés que nos sostiene es la fe en Jesucristo.

En el camino angosto, no hay espacio para retroceder tampoco para aventajar, todos los que van ahí deben ir unidos en un mismo sentir, avanzar. Es además de angosto, una cuesta, cuya cima es el reino de Dios. Es de esperar que muchas veces los caminantes se cansen o caigan, pero nuestro Consolador, el Espíritu Santo no nos dejará caer vencidos y nos dará el aliento necesario para continuar.

En algún momento quizá sintamos miedo, porque una caída al precipicio significa la muerte, pero los hijos de Dios sabemos que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2ª Timoteo 1:7).

Una vez iniciada la andadura por el camino angosto, no cabe mirar atrás, el pasado ha sido sepultado y el mundo con todos sus placeres y banalidades, nada puede ofrecernos. Nuestro único objetivo es avanzar hacia la meta que es Cristo, concentrados como viendo al Invisible. Jesús dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Si alguno vuelve atrás, nunca nació de nuevo, nunca fue salvo y “le ha acontecido como lo del verdadero proverbio: el perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.” (2ª Pedro 2:22).

Jesús nos advirtió a quienes queríamos seguirle: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33).

Los que hemos nacido de nuevo, sabemos y entendemos que no somos superhéroes y que tampoco caminamos en un jardín de rosas permanentemente florecido. ¡No! Somos seres humanos como todos los demás. Sufrimos, lloramos, nos enfermamos, enfrentamos adversidades, nos desconsolamos, nos decepcionamos y a veces hasta nuestra fe se tambalea, pero en nuestra debilidad Dios se glorifica y con Mano fuerte y Brazo extendido nos saca “del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; y nos pone sobre roca segura.” (Salmo 40:2)

No es fácil caminar por el camino angosto, pero vale la pena perseverar para llegar a la meta gloriosa y ver cara a cara a Aquel que su vida dio para pagar nuestra deuda de pecado.

Mientras avanzamos por este camino angosto, nos acompaña el Maestro, porque el prometió estar todos los días con nosotros hasta el fin. Dios va al frente abriendo caminos donde no los hay.

La Biblia dice que “tus ojos miren lo recto, y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes adelante. Examina la senda de tus pies, y todos tus caminos sean rectos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; aparta tu pie del mal. (Proverbios 4:25-27).

El camino angosto no es fácil de andar, pero vale la pena recorrerlo pues su fin es la Patria Celestial.

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