La carta a los Hebreos también habla de ese tema y, aunque es una carta doctrinal, también contiene aspectos de la vida práctica que un verdadero discípulo de Jesucristo debe evidenciar en su manera de vivir.
La carta a los Hebreos es un legítimo tesoro de las Sagradas Escrituras, no sólo porque contiene la médula doctrinal, sino porque nos da una gloriosa esperanza en Cristo Jesús, nuestro Sumo Sacerdote para siempre.
En la carta a los Hebreos se habla de los sufrimientos de Jesús y se nos explica para qué fue necesario que los acontecimientos se diesen de esa manera:
Jesús “fue coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. "Porque convenía a Aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por AFLICCIONES al Autor de la salvación de ellos.” (Hebreos 2:9-10)
“Jesús fue semejante en todo a sus hermanos, para venir a ser misericordioso. Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” (Hebreos 2:17-18)
“No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, por eso podemos acercarnos confiadamente al Trono de la Gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:15-16)
Después de leer estas sublimes palabras, uno no puede más que dar gloria a Dios. Ante nosotros se abre la esencia de Dios, revelada en la humanidad y en la humildad de Jesucristo.
La grandeza de Jesús está marcada por su humildad; vivió entre los pobres y entre los más viles pecadores, y, nunca hizo acepción de personas.
Sólo quien ha vivido entre gente imperfecta, con padres que yerran, con hijos que se descarrían, con hijos que no brillan en nada, con gente común y corriente llena de defectos, con pruebas donde el sufrimiento se vuelve intolerable, sólo ese es capaz de sentir misericordia por el prójimo y de ayudarlo, de consolarlo, de sanar sus heridas.
Pero quienes creen que han tenido una maravillosa vida, con facilidades económicas, con padres perfectos, con hijos perfectos y con un entorno cómodo, les resulta difícil sentir empatía por el prójimo, y aun, les resulta difícil buscar a Dios, porque según ellos, tienen la vida resuelta.
Jesús padeció intensamente y se humilló hasta la muerte, “por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:9-11)
Bienaventurados aquellos hombres y mujeres de Dios que siguen los pasos del Maestro, llenos de humildad y de amor al prójimo, porque al final ellos serán recompensados.
¡La gloria y la honra sean dadas a Dios!