“Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve”. (Juan 1:46).
Nazaret, en tiempos de Jesús, era una aldea muy pequeña. Había muchos terraplenes y muros de contención. En época de lluvia era un desastre, por eso las casas tenían en las puertas un alto peldaño de piedra, para evitar que las torrenteras que venían de lo alto del Nebi, las inundaran.
La basura y el lodo formaban grandes montones apestosos, cubiertos de moscas y gatos. En contraste, había muchas flores en todas las casas: menta, jazmín, tulipanes, narcisos, anémonas y rosas.
Debido al patético y asqueroso panorama surgió la frase “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?
Aunque nos parezca increíble, de ahí salió lo más sublime que haya pisado la tierra: Jesús de Nazaret.
Los prejuicios son tan viejos como la humanidad misma. Jesús no buscó discípulos de entre las clases altas, sino entre humildes pescadores y gente del pueblo. A esos hombres rústicos y poco educados escogió el Maestro para que predicasen el evangelio a todo el mundo.
Hay muchos cristianos que no son jactanciosos, que estudian y escudriñan la Palabra de Dios por largas y cansadas horas, sin importar muchas veces ni el hambre ni el sueño; pero lo hacen porque aman compartir la Verdad que salva vidas.
Sin embargo, son menospreciados, descalificados o ignorados; son los Noé a quienes el mundo considera locos. Tal vez sea el amigo que conocimos en la infancia, el vecino, el pariente, el hermano o la madre que carece de un título reconocido.
El ser humano es así, siempre hará acepción de personas y eso no es maravilla, porque el corazón del hombre es malo por naturaleza.
Pensamiento: Bienaventurados los que leen y entienden que en medio del lodo también pueden crecer jazmines y tulipanes.