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jueves, 15 de agosto de 2024

LA SOBERBIA Y NAAMÁN




En el antiguo testamento se narra la historia de Naamán, general del ejército del rey de Siria, un personaje muy importante, pero que fue afectado por la lepra.

Una muchacha israelita que los sirios habían traído cautiva y que servía a la mujer de Naamán, fue la que le dijo que en Samaria había un profeta que podía sanarlo. Así fue que este general se presentó delante de su señor para que intercediese por él delante del rey de Israel.

El rey de Siria envió una carta al rey de Israel solicitando atención para Naamán. Naamán partió hacia Israel en su caballo, llevando dinero para pagar por su curación.

El rey de Israel se irritó al recibir la carta y rasgó sus ropas. Informado de la situación, el profeta Eliseo pidió que Naamán fuera enviado a él.

Cuando Naamán se presentó a la puerta de la casa de Eliseo, profeta de Israel, para que éste le sanara, el profeta en vez de salir a recibirlo le envió un mensajero para decirle que se fuese al río Jordán y se lavase ahí siete veces, entonces sería limpio.

Naamán, seguramente esperaba que el propio Eliseo saliese a recibirlo, ya que él era un importante personaje, nada menos que general del ejército de Siria. Sin embargo, Eliseo no sólo no salió, sino que le mandó a decir que se zambullera en el río Jordán, que tenía fama de ser muy sucio. Entonces Naamán se marchó muy enojado.

Dos criados de Naamán le convencieron de que obedeciese la orden del profeta, pues al fin de cuentas no era una misión difícil. Así fue como el general del ejército de Siria fue y se zambulló siete veces en el Jordán y fue sanado de la lepra.

A Naamán de nada le valió su poder terrenal, él mandaba a un importante ejército y le obedecían, pero no pudo ordenarle al profeta Eliseo que le sanara de la manera que él quería, pues pensaba que iba a ser sanado por medio de una imposición de manos.

En su arrogancia, Naamán probablemente se enfureció y pensó: "Es absurdo pensar que las aguas turbias del Jordán puedan limpiarme de la lepra, teniendo ríos cristalinos en mi país. Encima, el profeta me ha despreciado como si fuera un hombre común, ni siquiera se dignó a recibirme en persona, sino que mandó a un emisario. No obedeceré sus instrucciones, me voy."

En el mundo suele decirse que quien tiene el poder es el que manda y para la sociedad esto es válido. Pero el Creador es el Dueño absoluto de todo cuanto existe, es quien tiene el poder y es quien manda.

A Dios no le importa cómo lo veamos nosotros, Él es el Soberano ¿Por qué en el agua sucia del río Jordán? No lo sabemos, la Biblia no lo dice; pero una cosa sí sabemos: Que mucha gente como Naamán debe bajarse del caballo de la soberbia y zambullirse en aguas sucias para entender que sólo haciendo la voluntad de Dios es que podemos alcanzar su gracia y su misericordia.

En esta historia aprendemos que Dios es Soberano, que es Rey de reyes. Ningún rey terrenal está por encima de la voluntad de Dios.

Además, entendemos que la misericordia de Dios no se adquiere con bienes materiales y que el acceso a Dios por parte del ser humano requiere humildad y obediencia. Dios no muestra favoritismo y no se deja impresionar por la riqueza o el estatus social de las personas.

Si Naamán no hubiese obedecido y hubiese perseverado en su soberbia, seguramente habría muerto con lepra. Hay muchos soberbios que mueren en su soberbia, porque quieren que Dios haga las cosas a su manera. 

Hay muchas cosas y designios de Dios que no entendemos, pero podemos estar plenamente seguros de que Dios no es un ser arbitrario que hace lo que le da la gana, sino que es un Dios que todo lo sabe y que cuando nos manda algo es porque eso es lo mejor.

miércoles, 7 de agosto de 2024

EL MAYOR PECADO DEL REY DAVID

 




Cuando se estudia la Biblia y la vida del rey David, generalmente se señala como su más grande pecado, la relación con Betsabé y el asesinato de su esposo Urías. En este caso, Dios tomó cartas en el asunto.

La historia de David y Betsabé es un claro ejemplo de las debilidades humanas incluso en figuras tan prominentes como el rey. A pesar de sus logros y su cercanía con Dios, David cayó en la tentación de desear a la esposa de otro hombre. Este episodio nos recuerda que incluso los más grandes líderes pueden cometer errores graves.

Sin embargo, lo más notable de esta historia es la respuesta de David cuando fue confrontado por el profeta Natán. En lugar de negar sus acciones o intentar justificarlas, David reconoció su pecado, se arrepintió sinceramente y buscó la misericordia de Dios. Este acto de humildad y arrepentimiento fue lo que finalmente llevó a la restauración de su relación con Dios.

El perdón divino que David experimentó es un poderoso recordatorio de la gracia y la misericordia de Dios. A pesar de sus faltas, David fue perdonado y restaurado a través de su sincero arrepentimiento. Esta historia nos enseña que, incluso en medio de nuestros mayores fracasos, siempre hay espacio para el perdón y la restauración cuando nos volvemos sinceramente a Dios.

Pero desde el punto de vista de Dios, ese no fue el peor pecado que cometió el rey David, a continuación, se describe:

El rey David se había enfrentado en guerra contra muchos pueblos enemigos y Jehová Dios de los Ejércitos estaba delante de él para herir al enemigo, y además, le dio un nombre grande en la tierra. Todos los días venía ayuda a David, hasta hacerse un gran ejército, como ejército de Dios.

Pero Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciese un censo y esto desagradó a Jehová.

Cuando Dios ordenó a Moisés levantar un censo, el fin consistió en que todos, los de veinte años arriba, dieran ofrenda a Jehová, para hacer expiación. El censo no se hacía con fines militares, sino que se relacionaba con el rescate de los primogénitos de los hijos de Israel.

David no tomó en cuenta esta ordenanza de Dios y ordenó a Joab, general de su ejército, que hiciera un censo. Aunque Joab le recordó a David que era pecado, éste no desistió.

En el libro primero de Crónicas se resalta como el gran pecado de David, el Censo. Este es el punto de vista de Dios. ¿Qué necesidad tenía David de saber con cuántos hombres contaba para la batalla, si era Jehová de los Ejércitos el que peleaba por él y le daba la victoria?

Como humanos, somos dados a señalar los grandes pecados de los demás sin tomar en cuenta el punto de vista de Dios. Sólo Él tiene la potestad de escudriñar los corazones y saber cuál es el pecado más grande de cada uno de nosotros.

No debemos olvidar que Dios nos ha llamado a ponernos a cuentas con Él y que, si nuestro arrepentimiento es sincero, aun cuando nuestros “pecados fueren como la grana” Él puede emblanquecerlos como la nieve. La mayor ofensa para Dios es que no confiemos en Él y que pensemos que es con nuestra propia fuerza obtendremos la victoria.

¡La honra y la gloria sean a Dios!