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viernes, 20 de septiembre de 2024

QUIÉN ES DIOS


 

Siempre es difícil predicar la Palabra de Dios, y cualquiera que lo haga debería hacerlo con temor y con temblor, entendiendo que sólo podemos hacerlo por medio de la sabiduría de Dios, a través del Espíritu Santo.

Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, debemos ser siervos de Jesucristo, esclavos de Jesucristo, apartados para el evangelio de Dios. 

Si de verdad anhelamos ser esclavos de Jesucristo y vivir una vida cristiana como a Dios le agrada, es indispensable conocer en profundidad quién es Dios y quiénes somos nosotros.

En los primeros tres capítulos de la carta a los Romanos, Pablo deja muy claro quiénes somos nosotros, nos revela nuestra miseria humana, nuestro pecado. Nos muestra que en nosotros mismos y en nuestras obras, no tenemos ni la más remota esperanza de ser salvos; porque todos nos descarriamos y nos hicimos inútiles delante de Dios. Sepulcros abiertos somos y en nuestro corazón sólo hay maldad y rebelión contra Dios y contra todas sus leyes. Eso es lo que somos todos sin excepción, vasos de barro inservibles que merecemos la condenación eterna. Eso es lo que Dios piensa de nosotros, y dice que todos merecemos estar encerrados, sin esperanza, en la oscuridad eterna.

Entonces, ¿Por qué somos tan insensatos y faltos de entendimiento y nos jactamos de nuestras capacidades, de nuestra inteligencia humana, de nuestra “bondad”? Debería darnos vergüenza sentirnos así ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos; ni siquiera por equivocación deberíamos creer que servimos para algo digno de admiración.

Luego de enseñarnos qué es lo que somos, en los capítulos 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, Pablo nos muestra las misericordias de Dios en la obra de Jesucristo. Después de ocho largos capítulos, Pablo nos describe la grandeza incomparable de las misericordias de Dios hacia nosotros, en la persona de Jesucristo, Pablo nos dice que basados en las misericordias de Dios debemos vivir como sacrificios vivos, esto significa, una renuncia total a nuestros deseos, a nuestra voluntad, a nuestra propia estima y someternos como esclavos a Jesucristo; porque le pertenecemos, porque fuimos comprados con su sangre preciosa. Nos compró como si tuviésemos algún valor, pero fue por su misericordia y porque nos amó desde antes de la fundación del mundo.

Quizás lo más importante que debe conocer todo hombre, es la distancia que existe entre Dios y él. Dios es Santo, Santo, Santo y el hombre es pecador. Ahí debe empezar nuestro conocimiento acerca de Dios y ahí debe permanecer.

Lo que el creyente debe conocer es la grandeza de Dios, quién es Él, conocer sus atributos revelados en su Palabra. Cuando conocemos los atributos de Dios y su Perfección, entonces nos damos cuenta de que Él es digno de que seamos sus esclavos. Nos damos cuenta de que somos miserables, que somos gusanos de la tierra, y una profunda tristeza y vergüenza invadirá nuestro ser, nacerá la humildad que es indispensable para ser siervos de Dios. Todo orgullo será echado por tierra y nunca más tendremos valor de creernos útiles o merecedores de algo.

Entre más conocemos a Dios, más le amamos; porque entendemos que su gracia es inmerecida y que sólo por su infinita misericordia nos ha salvado. 

Cuando conozcamos al verdadero Dios de la Biblia, entonces vamos a entender nuestra pequeñez, nuestra miseria, y nadie tendrá que enseñarnos ni exhortarnos. Nadie tendrá que decirnos “levante las manos, alabe a Dios, adore al Señor.”

Delante de Dios sólo somos polvo y gusanos de la tierra, no tenemos nada de que jactarnos.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.

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