Lectura: Mateo 13:1-23
Las parábolas referidas por Jesús son profecías y describen lo que sucedería en la tierra en el presente siglo, es decir, en el tiempo comprendido entre el rechazo a Él durante su ministerio terrenal y su segunda venida. No se refieren a la iglesia de Jesucristo únicamente, sino que enseñan las distintas reacciones y respuestas del ser humano a su Palabra, durante su ausencia.
En la parábola del sembrador, Jesucristo es el sembrador. La semilla es su Palabra; la tierra, representa el corazón del hombre y a cuatro diferentes tipos de oidores de la Palabra; las aves, representan al maligno.
1. La semilla que cayó junto al camino (V 4 y V 19). La semilla cayó en una tierra endurecida por el continuo ir y venir de caminantes. Es tan dura la tierra que la semilla no puede germinar. Esa tierra es el corazón del hombre. Son aquellos que tienen el corazón tan endurecido que, escuchan la Palabra de Dios, pero no tienen ningún interés, porque no es importante para ellos, pues según su manera de pensar, no vinieron al mundo para perder el tiempo en cosas espirituales, sino que vinieron para “gozar” la vida.
En el V19, Jesús les llama “el que no entiende,” y no es que tengan alguna discapacidad mental o falta de comprensión. ¡Claro que no! La semilla fue recibida, el hombre la escuchó, la Palabra de Dios fue recibida por el oído, pero fue rechazada por el corazón y por eso no germinó. Las aves llegaron y se comieron la semilla. El corazón duro es presa fácil del diablo, porque él es el dios de este siglo y les ha cegado el entendimiento para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Dios.
2. La semilla que cayó en pedregales. (V 5 y V20) Muchos han escuchado la Palabra de Dios, algún amigo o familiar que les ama les ha predicado el evangelio de salvación y puede que hasta se hayan entusiasmado al momento de escuchar las promesas maravillosas de Dios y que se sientan cristianos, pero tienen corazones de piedra y realmente no están interesados en conocer las Escrituras, no les importa la opinión de Dios y se resisten a obedecer sus leyes, quieren hacer las cosas a su manera. De esta actitud hacia la Palabra de Dios, han salido los falsos profetas, los falsos maestros y los falsos cristianos.
Los falsos profetas no están interesados en que la gente se salve, sino en entretenerla para ellos enriquecerse; por eso sus prédicas son superficiales, pero fascinantes, sobre todo para aquellos que cuando llega la aflicción, buscan desesperadamente quien les consuele y se van tras los falsos profetas, especialistas en mensajes motivacionales.
Los corazones de piedra no han experimentado una conversión verdadera, es esa clase de oidores que responden al llamado del evangelismo moderno. Tristemente, hoy estamos asistiendo al cumplimiento de esta profecía declarada por Jesucristo.
3. La semilla que cayó entre espinos (V 7 y V 22). Estos personajes son aquellos que han escuchado la Palabra, pero que son estériles, no dan frutos. Son los que están en una iglesia, pero no se han convertido. Aquí ni siquiera tiene que intervenir Satanás, sino que la resistencia la hace la carne. El enemigo es el mundo; las espinas, son todas las atracciones de este mundo; pueden ser el trabajo, los pasatiempos o las actividades recreativas. Este oidor tiene el corazón dividido, quiere seguir a Jesús, pero también quiere estar coqueteando con el mundo, y nadie puede servir a dos señores. Eres pertenencia absoluta de Dios o pertenencia de Satanás, porque Dios es un Dios celoso y lo suyo no lo comparte con nadie.
4. La semilla que cayó en buena tierra. (V 8 y V 23) Este es el que OYE Y ENTIENDE LA PALABRA, y además, da frutos. Obedece todas las ordenanzas de Dios sin cuestionar ningún mandamiento, por gravoso que éste le parezca. Por obediencia a Dios es capaz de renunciar a su familia, a sus amigos y a todo lo que está en el mundo, pues ha entendido que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios.
El predicador puede sentirse frustrado cuando su esfuerzo por sembrar resulta en unas pocas semillas germinadas. Pero recordemos que el rebaño de Jesucristo es una manada pequeña. Si nos fijamos, Jesús dice que sólo un 25% de la semilla caerá en buena tierra. El 75% restante, lamentablemente será condenado. Hay que seguir sembrando, sin desmayar. Demos gracias y glorifiquemos a Dios, los que pertenecemos a esa manada pequeña.
La gloria y la honra sean dadas a Dios.