Frecuentemente escucho a personas enfrascadas en alguna discusión que, al verse sin argumentos para demostrar su verdad, concluyen diciendo: "Cristo murió por decir la verdad." Esta afirmación, como muchas otras frases populares atribuidas a la Biblia, carece de fundamento bíblico y, por ende, es errónea.
Cuando para defender un argumento alguien dice que “Cristo murió por decir la verdad”, simplemente está diciendo “mi verdad es absoluta” y si por ello tengo que morir, voy a morir como Cristo. Se colocan al mismo nivel de Dios, lo cual es una blasfemia.
Si en una discusión, alguno dice que algo es verdad y otro dice que es mentira, sin duda algo anda mal; porque una cosa no puede ser verdad y mentira a la vez. No existen las verdades relativas ni las verdades a medias. La verdad es lo que es, no contiene errores ni sombra de variación. Una verdad tiene que ser verdad para todos; no es lo que nos parece que es ni lo que quisiéramos que fuese.
La mala noticia para los que dicen que Cristo murió por decir la verdad, es que esta es una gran mentira. La muerte de Cristo es la piedra angular del Plan de Salvación diseñado por Dios desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).
La muerte de Cristo fue una expiación por el pecado (Isaías 53:10; Hebreos 9:26) y en Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, PARA que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
La palabra clave para discernir el significado del versículo es PARA, que por definición es una preposición que indica la finalidad de una acción y/o indica quién es el beneficiario de una acción.
Claramente se nos revela el propósito de la muerte de Cristo. Murió PARA que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El propósito de su muerte fue salvífico y el beneficiario es todo hombre que cree en él.
Ciertamente Cristo siempre habló con la verdad. Él es la Verdad. Pero no murió por decir la verdad ni siquiera de eso lo acusaron los fariseos. La principal acusación fue la de blasfemo, porque siendo hombre se hacía como Dios. (Juan 10:33).
Hay que diferenciar entre las razones que tuvieron los judíos para perseguirlo y para crucificarlo y entre el propósito de su muerte, que obedeció a la voluntad soberana del Padre (Juan 10:18).
Cristo no murió por decir la verdad; murió para pagar el precio de nuestros pecados y para darnos salvación y vida eterna.