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viernes, 21 de marzo de 2025

JESÚS SE HUMILLÓ A SÍ MISMO


En la epístola a los Filipenses leemos que Jesús siendo Dios no se aferró a ser igual a Dios y que en su condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, el más grande oprobio al que fue sometido.

La carta a los Hebreos también habla de ese tema y, aunque es una carta doctrinal, también contiene aspectos de la vida práctica que un verdadero discípulo de Jesucristo debe evidenciar en su manera de vivir.

La carta a los Hebreos es un legítimo tesoro de las Sagradas Escrituras, no sólo porque contiene la médula doctrinal, sino porque nos da una gloriosa esperanza en Cristo Jesús, nuestro Sumo Sacerdote para siempre.

En la carta a los Hebreos se habla de los sufrimientos de Jesús y se nos explica para qué fue necesario que los acontecimientos se diesen de esa manera:

Jesús “fue coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. "Porque convenía a Aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por AFLICCIONES al Autor de la salvación de ellos.” (Hebreos 2:9-10)

“Jesús fue semejante en todo a sus hermanos, para venir a ser misericordioso. Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.” (Hebreos 2:17-18)

 “No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, por eso podemos acercarnos confiadamente al Trono de la Gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”  (Hebreos 4:15-16)

Después de leer estas sublimes palabras, uno no puede más que dar gloria a Dios. Ante nosotros se abre la esencia de Dios, revelada en la humanidad y en la humildad de Jesucristo.

La grandeza de Jesús está marcada por su humildad; vivió entre los pobres y entre los más viles pecadores, y, nunca hizo acepción de personas.

Sólo quien ha vivido entre gente imperfecta, con padres que yerran, con hijos que se descarrían, con hijos que no brillan en nada, con gente común y corriente llena de defectos, con pruebas donde el sufrimiento se vuelve intolerable, sólo ese es capaz de sentir misericordia por el prójimo y de ayudarlo, de consolarlo, de sanar sus heridas.

Pero quienes creen que han tenido una maravillosa vida, con facilidades económicas, con padres perfectos, con hijos perfectos y con un entorno cómodo, les resulta difícil sentir empatía por el prójimo, y aun, les resulta difícil buscar a Dios, porque según ellos, tienen la vida resuelta.

Jesús padeció intensamente y se humilló hasta la muerte, “por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:9-11)

Bienaventurados aquellos hombres y mujeres de Dios que siguen los pasos del Maestro, llenos de humildad y de amor al prójimo, porque al final ellos serán recompensados.

¡La gloria y la honra sean dadas a Dios!

 

 

 

sábado, 15 de marzo de 2025

AVIVAMIENTO ESPIRITUAL


 Lectura: 2o Reyes 22:20, 23:1-27

Josías, rey de Jerusalén, hizo lo recto delante de los ojos de Jehová. Inicia la reparación del Templo, que al parecer no estaba cuando él ascendió al trono.

El templo se había convertido en una especie de bodega, un depósito de sobras y de desechos. Dicho sea de paso, hoy muchos templos necesitan ser reconstruidos, no físicamente, sino espiritualmente; porque se han convertido en depósitos de toda clase de basura proveniente del mundo: música herética, danzas, representaciones teatrales, y toda clase de fuego extraño que Dios nunca ha ordenado.

Toda esa basura, impide el crecimiento espiritual de las iglesias, porque ahí no está el Espíritu Santo.

Resulta que cuando iniciaron los trabajos de reparación en el templo, Hilcías, el sumo sacerdote encontró el Libro de la Ley. ¡Sí! Habían perdido la Palabra de Dios, y la habían perdido en el templo. Este dato es muy interesante, y no se trata de espiritualizar el asunto, pero hoy en día muchas iglesias evangélicas han perdido la Biblia, y la han perdido en la iglesia; porque ahí no se obedecen las ordenanzas de Dios, los líderes hacen lo que quieren, hay desde “pastoras” hasta toda otra clase de desperdicios con ministerios inventados como música, danza, profecía, etc.

 Hilcías le entregó el Libro de la ley al escriba Safán, quien se lo llevó a Josías y se lo leyó.

Cuando Josías escuchó por primera vez la lectura de la Palabra de Dios, se rasgó sus vestiduras en señal de dolor por no haber cumplido él y el pueblo, los mandamientos de Jehová, comprendiendo que por esta razón habían sufrido tantos males.

Josías entonces hace una reforma en toda la nación, trayendo un gran avivamiento. Primero experimentaron profundo dolor por sus pecados y luego fueron movidos a arrepentimiento. Hubo en el pueblo un cambio total y todos se comprometieron a cumplir las palabras del pacto que estaban escritas en aquel libro.

Sólo la Palabra de Dios puede traer un verdadero avivamiento. Los métodos de los hombres recurren a cruzadas de milagros, a fiestas espirituales, retiros, vigilias, encuentros, etc, etc.

Todo esto es vano si no hay un genuino reconocimiento de la situación de pecado en la que se vive, y si no hay arrepentimiento ni cambio de actitud, todo es una farsa, que por supuesto, es abominación para el Señor.

El avivamiento espiritual no se mide por la asistencia numerosa a uno de esos eventos, ni por los gritos de júbilo de los que corean alabanzas, o de los aplausos para los danzarines.

El avivamiento es el corazón contrito, humillado y arrepentido, dispuesto a comprometerse en obediencia a Dios.

La gloria y la honra sean dadas a Dios

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 5 de marzo de 2025

FE FIRME


 Lectura: Isaías 7:9

Cita: Isaías 7:9b (VP) “…si ustedes no tienen una fe firme, tampoco quedarán firmemente en pie.”

 

Los mensajeros le dicen al rey Acaz de Judá que dos pueblos se han aliado en contra suya y entonces el rey y su pueblo empezaron a temblar como tiemblan los árboles del bosque cuando sopla el viento. El profeta Isaías amonesta al joven rey y le dice que no tenga miedo ni se acobarde y, le recalca que la fe es indispensable para creer y aceptar la promesa del Señor; pero el rey Acaz no tiene la fe ni quiere ejercerla en ese momento.

 Lo que le sucedió al rey Acaz también le ocurre a muchas personas que cuando pasan por problemas o dificultades se niegan o se resisten a aceptar que la fe tiene una importancia suprema.

 Nuestra cita bíblica es esencial: “…si ustedes no tienen una fe firme, tampoco quedarán firmemente en pie.”

 Podrían citarse muchos textos bíblicos que hablan de la fe, podríamos contar cada una de las historias de los héroes de la fe. Así y todo, no servirían para el momento de la necesidad o de la crisis, como le ocurrió a Acaz, quien seguramente conocía la historia de su pueblo y probablemente también estaba al corriente de muchas definiciones de la fe. Pero cuando llegó el momento de ponerla en práctica, tembló de miedo junto a su pueblo.

 A veces se tiene una fe de tipo intelectual que no está arraigada en la mente ni en el corazón; pero todo ese conocimiento no sirve si no se traduce de una forma práctica en nuestra vida de todos los días. El rey Acaz probablemente tenía una fe intelectual; pero el profeta Isaías tenía la fe como bandera de lucha. Y esto es lo que marca la diferencia.

 Este es un mensaje de aliento y de esperanza, pero también es real. La fe tiene que traducirse en una vida práctica. En la hora de la prueba, si nuestra fe es firme podemos reclamar en fe las promesas que nuestro Dios nos ha hecho. Él nos prometió estar con nosotros todos los días hasta el fin, nos prometió que podíamos pedir cualquier cosa conforme a su voluntad en el nombre de Jesús y que Él lo haría.

Jesús es el mismo de ayer, de hoy y de siempre por los siglos, hace más de dos mil años le llevaron a todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó. (Mateo 4:24).

 La Mano de Dios no se ha cortado para hacer misericordia ni se ha cerrado su oído para escuchar nuestro clamor. A los que confían en Dios y esperan en Él con paciencia, con calma y paz en la espera, con fe, con la certeza de que Dios hará algo bueno, a éstos, les rodea la misericordia del Todopoderoso.

 Toda la gloria y el honor sean para Dios, porque Él es digno desde la eternidad hasta la eternidad.