Buscar este blog

martes, 4 de febrero de 2025

JESÚS NO VINO A ABOLIR LA LEY


 “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” (Mateo 5:17)

Este versículo es parte del Sermón del Monte, que inicia en Mateo capítulo 5 y termina en el capítulo 7:29, es el primer discurso público del Maestro.

Cuando Jesús empieza a hablar sobre la ley, lo primero que deja en claro es que Él no vino a abolir ni a cambiar la ley, sino que vino a cumplirla (Mateo 5:17). 

Jesús no cambió la ley, al contrario, claramente dijo. “ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.” (Mateo 5:18).

Si Jesús hubiera cambiado la ley, hubiera ido en contra de lo que Dios había ordenado y eso no es posible, hubiera cometido un pecado de rebeldía y Jesús nunca pecó.

En la carta a los Romanos, el Apóstol Pablo explica que ya no dependemos de la ley para alcanzar la salvación, porque la salvación es por gracia, un regalo que Dios nos ha dado por medio de la fe en Jesucristo. Pero Pablo hace una pregunta: “¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.” (Romanos 6:15)

Pablo es claro, no tendría sentido que empezáramos a pecar: matar, robar, fornicar, mentir, etc., porque Dios dice que ya no dependemos de la ley. 

Jesús, en forma categórica afirmó que, Él vino a cumplir la ley. ¿Cómo la cumplió? La cumplió porque Él nunca pecó, cumplió todos los mandamientos de Dios a la perfección. Y cuando fue crucificado, Él nos estaba representando a cada uno de los que le hemos aceptado como nuestro Salvador, y así cumplió lo establecido en la ley, que el pecado se paga con la muerte. 

Nosotros éramos los que debíamos morir, pero Él murió en nuestro lugar. Nosotros éramos los que teníamos que cumplir toda la ley de manera perfecta, pero no pudimos, Jesús lo hizo en lugar de nosotros. Cuando nosotros oramos a Dios, Él no nos ve a nosotros, sino que ve a Jesucristo, quien nos sustituyó delante de Dios. El Padre ve a nuestro Fiador, por eso nos ve perfectos.

Luego Jesús resumió la ley en dos grandes principios: Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Si amamos a Dios y al prójimo, no haremos ningún mal.

De esos dos principios depende toda la ley, porque el que tiene a Dios, tiene amor, porque Dios es amor y quien ama no hace daño.

Jesús cumplió la ley por mí y por ti, no la cambió. La gloria sea dada a Dios.

martes, 28 de enero de 2025

LO QUE SE DEBE PREDICAR

 “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; ENSEÑÁNDOLES QUE GUARDEN TODAS LAS COSAS QUE OS HE MANDADO; y he aquí Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28:18-20)
 

Jesús resucitado habla a los once discípulos y les da la última ordenanza. Es un momento glorioso, es Jesús revelando su deidad y su Señorío “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” El Cristo que había sido humillado en la cruz del Calvario, ahora ha sido exaltado hasta lo sumo por Dios, que le dio un nombre que es por sobre todo nombre. (Filipenses 2:9).

Ahora, con esa autoridad que le ha sido dada, MANDA a los apóstoles a “hacer discípulos a todas las naciones.” La Gran Comisión dada por Jesucristo, el Rey de reyes y Señor de señores, no contiene margen para la duda, la orden fue clara, concisa y precisa: “ENSEÑÁNDOLES QUE GUARDEN TODAS LAS COSAS QUE OS HE MANDADO.”

 Predicar el Evangelio de la salvación y todo lo que el Maestro les había enseñado acerca del reino de Dios y su justicia, eso mismo debía ser lo que enseñaran los discípulos del Maestro, eso y sólo eso. Enseñar que Jesucristo vino al mundo y que murió en nuestro lugar para cancelar nuestra deuda de pecado, y que todo aquel que le aceptase como su Salvador personal, tendría salvación y vida eterna. Que Jesucristo resucitó y que si Él resucitó, también nosotros resucitaremos para estar por siempre con Él. Los discípulos debían predicar y ser fieles a la Palabra que Jesucristo les dio, enseñando que ningún hombre puede ser salvo por sus propios medios y que Dios “manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan.” (Hechos 17:30)

 En Las cartas de Pablo, en las de Pedro y en las de Juan, hay serias advertencias contra la falsa doctrina y los falsos profetas y maestros. Por ejemplo, Juan dice en su segunda carta, verso 10: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Bienvenido!

Las advertencias contra la apostasía son muchas y el que cierra sus oídos a ellas, está en franca rebelión contra Dios, y no es de Dios.

Los falsos profetas no están enseñando el evangelio de la salvación; sus mensajes ofrecen sanidad, éxito laboral, prosperidad económica, autoestima elevada, sanidad emocional, vida feliz en este mundo, aquí y ahora.

 Una buena pregunta sería: Si ese evangelio de la prosperidad, la salud y la felicidad es, al parecer, sólo para gente insatisfecha con la vida, amargados, acomplejados, desequilibrados mentales y enfermos, ¿Qué le puede ofrecer ese “evangelio” a la gente que tiene estabilidad económica, que tiene salud, que tiene trabajo, que está feliz con la familia que tiene? Sinceramente, absolutamente nada, o quizás una mansión en Dubái, un Lamborghini o un viaje a las estrellas.

 “ID Y HACED DISCÍPULOS”, esa fue la ordenanza. No dice “id y haced personas satisfechas con la vida o exitosas en sus emprendimientos”

Los apóstatas han devaluado el tema de la salvación y han puesto al ser humano como preeminencia. Por encima de la persona sublime de Jesucristo han puesto al hombre como merecedor de todo. Usan en vano el nombre de Dios y lo blasfeman.

 La gloria y la honra sean dadas a Dios.

domingo, 26 de enero de 2025

¿CUÁNDO CESARÁ LA VIOLENCIA?

 Lectura: Habacuc 1:1-11

Cita: Habacuc 1:2 “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré, y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia, y no salvarás?”

Habacuc escribe esta profecía después de la muerte de Salomón, cuando Israel se había dividido y sólo quedaba el reino de Judá.

Había habido muchos reyes en Judá, y la sociedad paulatinamente iba olvidando la ley de Dios, cayendo en la corrupción y en toda clase de injusticias. Pero el pueblo vivía en una especie de acomodamiento y nadie decía nada. Se habían acostumbrado a la injusticia.

Nuestra sociedad actual bien cabe en la descripción hecha. Hoy la explotación de los pobres, la corrupción en todos los niveles, la violencia en las calles, los pecados de sodomía, el aborto, las drogas, el alcohol y la indiferencia de los gobiernos, son realidades a las que nos hemos acomodado.

No existe temor de Dios, el libertinaje está destruyendo la institución familiar. Los valores y los principios establecidos por Dios son considerados obsoletos.

Las personas que viven en ese libertinaje piensan que pueden hacer con su vida lo que les dé la gana. Esta manera de pensar es el colmo del egoísmo humano; porque de por medio existe una familia que sufre, una madre que vive en agonía sufriendo por sus hijos perdidos. La conducta de los descarriados afecta no sólo a la familia, sino a los amigos y a toda la sociedad; porque el hombre temeroso de Dios también sufre cuando ve tanta corrupción y muchas veces se siente impotente ante la maldad.

Pero lo cierto es que el cristiano no debería sentirse impotente como se sintió Habacuc, porque debe recordar que en este mundo también moran los hijos de Satanás y que su misión es hacer lo malo y arrastrar a otros al camino de perdición. Como creyentes debemos confiar en que Dios tiene todo bajo control. Nuestra mirada debe estar puesta en Dios, no en los hijos de Satanás que perturban la paz. Mientras tanto, debemos orar para que los impíos se conviertan.

La pregunta de Habacuc, ¿Por qué Dios, hasta cuándo permitirás tanta violencia e injusticia? prácticamente inculpa a Dios, pero Dios no tienta a nadie, el hombre es el único responsable de sus malas decisiones.

La respuesta a la pregunta de Habacuc sería:  Sólo Cristo es la esperanza. Cuando Él vuelva otra vez, entonces cesará la violencia y no habrá más injusticia. Entonces nuestro sueño será realidad.

Mientras eso sucede, el creyente debe tener paz en su corazón y tener la certeza de que Dios está obrando su perfecta voluntad y que Él tiene el control absoluto de todo. Que nuestra tarea debe ser la obediencia a Dios. No podemos arreglar los problemas del mundo, no podemos usurpar el Trono de Dios, sentarnos en su lugar y convertir este mundo en un paraíso. Si Dios no lo ha hecho es porque Él es Paciente y está esperando que el impío se arrepienta.

Pensamiento: No podemos cambiar el sistema imperante en el mundo, pero podemos cambiar nuestro corazón si Jesucristo habita en nosotros.

viernes, 24 de enero de 2025

DIOS ES AMOR Y MISERICORDIA

 Dios es Amor y Misericordia

 1a Corintios 6:9-11

9 ¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones,

 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios.

 11 Y ESTO ERAIS ALGUNOS; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.

 En el verso 9, el apóstol Pablo da una lista de pecados que impiden entrar al reino de Dios. Sin embargo, no es que esté haciendo una lista de los únicos pecados que impiden la entrada al reino de Dios, porque el número de pecados es infinito y Pablo no iba a enumerarlos todos. Simplemente mencionó esos porque eran los más frecuentemente practicados en la iglesia de Corinto.

 Pablo no estaba condenando a nadie ni estaba incitando al odio contra las personas que llevaran esa clase de vida. Después de que enumera los pecados en cuestión, continúa hablando y en el verso 11 les dice: “Algunos de ustedes antes eran así; pero fueron limpiados; fueron hechos santos; fueron hechos justos ante Dios al invocar el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.” (Nueva Traducción Viviente). Aquí vemos claramente que Pablo está confirmando lo que dijo el profeta Isaías, que no importa que tan negro sea tu pecado; si te arrepientes, Dios te perdona. (Isaías 1:18)

 Es importante leer completos los mensajes y no sacar un versículo de contexto como pretexto para decir lo que nosotros quisiéramos que dijese y enviar un mensaje de crítica destructiva o de odio.

Antes de conocer a Jesucristo, todos nosotros vivimos una vida de pecado. No podemos venir ahora a jactarnos de nuestra santidad y condenar a todo el mundo y desearles el infierno. Nuestra obligación es orar para que el pecador se arrepienta.

 Recordemos que la verdadera esencia del evangelio es el Amor y la Misericordia, que Jesús no vino a llamar a justos, sino a pecadores; (Lucas 5:32). No vino a condenar al mundo, sino a salvar y dar vida eterna.

 Dios no quiere que ninguno se pierda, sino que todos vengan al arrepentimiento. (2a Pedro 3;9)

 Pensamiento: No podemos sentarnos en el Trono de Dios para condenar a todo el mundo, debemos aceptar con humildad que por la misericordia de Dios hoy somos salvos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 17 de enero de 2025

COMO OVEJAS EN MEDIO DE LOBOS

 Como ovejas en medio de lobos

Lectura: Hechos 7 8-60

Cita: Hechos 7: 60 “Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”

Esteban, elegido diácono, era varón lleno de fe y del Espíritu Santo, no sólo servía las mesas para atender a los hermanos, sino que además hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo. Fue injuriado por los libertos de Cirene, quienes le acusaron de blasfemar contra Moisés y contra Dios.

Fue llevado al concilio ante el sumo sacerdote, y lleno de poder del Espíritu Santo, en lugar de defenderse, predicó la Palabra de Dios. Los que le escuchaban eran hombres duros de cerviz, de oídos y de corazón endurecido, que no entendieron el mensaje de Dios, por el contrario, se enfurecieron, se taparon los oídos, gritaron y la arremetieron contra él. Luego le sacaron de la ciudad y ahí le mataron a pedradas. Ya agonizante, Esteban, “puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”

Observando aquel espectáculo estaba Saulo de Tarso, fariseo e implacable perseguidor de los cristianos, quien consintió en la muerte de Esteban. Algún tiempo después, Saulo se convertiría y sería conocido como el gran apóstol Pablo.

A través de la historia conocemos que los cristianos han sufrido escalofriantes persecuciones. Se les ha llamado locos, fanáticos, blasfemos y con un sinnúmero de epítetos más. Son cientos de miles los que han encontrado la muerte a manos de aquellos que dicen “amar” al Dios verdadero; pero que tan sólo son hombres ciegos, sordos e insensatos, que no pueden entender el mensaje del evangelio porque en ellos no mora el Espíritu Santo y por si fuera poco, viven un cristianismo lavado, sin ningún compromiso, sin haber siquiera leído un versículo de la Biblia. 

Sin embargo, los cristianos no podemos desalentarnos, porque también a esos ciegos, sordos e insensatos, un día Dios les humillará y les hará entender como a Saulo de Tarso.

Quizás actualmente los perseguidores de cristianos ya no los maten a pedradas; pero si los matan en sus mentes y en sus corazones, les aborrecen, les escarnecen, les discriminan, les insultan y les hieren el alma.

Pero no debe sorprendernos, Jesús nos advirtió que seríamos como ovejas en medio de lobos y que nos aborrecerían como a Él le aborrecieron.

Hermano que predicas la Palabra de Dios, hoy quiero animarte a continuar sembrando la semilla, con el mismo valor con que lo hizo Esteban.

No importa que el enemigo quiera hundirte y quiera hacerte sentir que no eres nada; esa siempre ha sido el arma de Satanás; pero él sabe que contra los hijos de Dios sus armas no prosperarán jamás.

No temas ni desmayes por los ultrajes del enemigo; porque la justicia de Dios resplandece siempre. Pelea la buena batalla.

Pensamiento: Para el creyente, morir peleando la buena batalla del evangelio significa honor y gloria.

 

domingo, 22 de diciembre de 2024

JESUCRISTO MURIÓ POR DECIR LA VERDAD?

 

Frecuentemente escucho a personas enfrascadas en alguna discusión que, al verse sin argumentos para demostrar su verdad, concluyen diciendo: "Cristo murió por decir la verdad." Esta afirmación, como muchas otras frases populares atribuidas a la Biblia, carece de fundamento bíblico y, por ende, es errónea.

Cuando para defender un argumento alguien dice que “Cristo murió por decir la verdad”, simplemente está diciendo “mi verdad es absoluta” y si por ello tengo que morir, voy a morir como Cristo. Se colocan al mismo nivel de Dios, lo cual es una blasfemia.

Si en una discusión, alguno dice que algo es verdad y otro dice que es mentira, sin duda algo anda mal; porque una cosa no puede ser verdad y mentira a la vez. No existen las verdades relativas ni las verdades a medias. La verdad es lo que es, no contiene errores ni sombra de variación. Una verdad tiene que ser verdad para todos; no es lo que nos parece que es ni lo que quisiéramos que fuese.

La mala noticia para los que dicen que Cristo murió por decir la verdad, es que esta es una gran mentira. La muerte de Cristo es la piedra angular del Plan de Salvación diseñado por Dios desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).

La muerte de Cristo fue una expiación por el pecado (Isaías 53:10; Hebreos 9:26) y en Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, PARA que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La palabra clave para discernir el significado del versículo es PARA, que por definición es una preposición que indica la finalidad de una acción y/o indica quién es el beneficiario de una acción.

Claramente se nos revela el propósito de la muerte de Cristo. Murió PARA que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El propósito de su muerte fue salvífico y el beneficiario es todo hombre que cree en él.

Ciertamente Cristo siempre habló con la verdad. Él es la Verdad. Pero no murió por decir la verdad ni siquiera de eso lo acusaron los fariseos. La principal acusación fue la de blasfemo, porque siendo hombre se hacía como Dios. (Juan 10:33).

Hay que diferenciar entre las razones que tuvieron los judíos para perseguirlo y para crucificarlo y entre el propósito de su muerte, que obedeció a la voluntad soberana del Padre (Juan 10:18).

Cristo no murió por decir la verdad; murió para pagar el precio de nuestros pecados y para darnos salvación y vida eterna.

lunes, 2 de diciembre de 2024

ESCRIBAS Y FARISEOS


 “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.” (Mateo 23:3)

Los Fariseos, pertenecían a una de las principales sectas del judaísmo. Eran gente del pueblo y no tenían la formación intelectual de los Escribas; pero eran muy respetados por el pueblo.

Los Escribas o “doctores de la ley” eran los intelectuales. Ellos estudiaban varios años para obtener el título de Rabí. Eran venerados por el pueblo, sus palabras eran ley y los fariseos les obedecían ciegamente.

En Mateo, todo el capítulo 23, registra la fuerte crítica de Jesús a los fariseos y escribas; porque ellos no glorificaban a Dios, sino que estaban enfocados en hacer dinero y en ser elogiados por la gente.

En los versos 6, 7 y 8, Jesús los describe como personajes que llegaban a la Sinagoga para ser el centro de atención. Su máxima satisfacción era ser llamados Rabí. Pero todo era hipocresía cubierta bajo el manto de la religiosidad y el legalismo. A Jesús, esto le provocaba repudio y asco, por eso les llama hipócritas, pues “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe,” no era lo que practicaban.

Toda la enseñanza de los fariseos y escribas era meramente teórica, como címbalo que resuena; pues con sus actitudes demostraban todo lo contrario. Ante el pueblo se ponían una máscara de bondad y de perfección. Se presentaban como gentes sin mancha y sin arruga, pero en sus corazones había iniquidad, sentimientos egoístas y orgullo; menospreciaban a la gente.

En Marcos 7:11-13, se registra un señalamiento que Jesús hace a los fariseos y escribas. “Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, invalidando la palabra de Dios.”

Si un hijo se enojaba contra sus padres, podía declarar que todos sus bienes eran Corbán, y esto era permitido por los fariseos y escribas. Jesús se llenaba de ira ante estas cosas, porque ellos habían invalidado la ley de Dios y veían como poca cosa el respeto y la honra a los padres.

Así eran los fariseos y escribas, sin ningún temor de Dios, y encima se presentaban ante la gente como personas intachables. Jesús otra vez les llama hipócritas, “porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.” (V 25)

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos muertos y de toda inmundicia.” (V 27)

Fariseos y escribas, eran seres despreciables ante los ojos de Dios, eran pura apariencia de pureza y de amor, pero en sus corazones sólo había iniquidad. Sólo les interesaba el protagonismo, ser las estrellas de la comunidad, ser alabados por todo el mundo y que los demás les considerasen como importantes en sus vidas.

Ellos podían engañar a toda la gente, de hecho, eran buscados para recibir consejo sabio y los incautos los abrazaban, lloraban sobre sus hombros y les decían “hermanito, usted es un ungido de Dios, tiene mucha sabiduría y yo confío en su consejo,” y no sentían el olor a inmundicia que salía de ellos. Pero Dios no puede ser burlado, porque Él conoce los corazones de los hombres. Y a veces, la familia tampoco puede ser engañada, la gente conoce a los fariseos de su casa; porque con la familia se muestran sin máscara.

“¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?” (V 33)

Los fariseos sabían que eran hipócritas, pero se ofendían por la verdad y querían matar a Jesús.

Sin embargo, Jesús nunca les odió, les habló así por amor, para que se arrepintieran y fuesen salvos, pero ellos le rechazaron y no descansaron hasta verle crucificado. El llamado de Jesús, a los suyos, fue: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 5:20)

La gloria y la honra sean dadas a Dios