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domingo, 22 de diciembre de 2024

JESUCRISTO MURIÓ POR DECIR LA VERDAD?

 

Frecuentemente escucho a personas enfrascadas en alguna discusión que, al verse sin argumentos para demostrar su verdad, concluyen diciendo: "Cristo murió por decir la verdad." Esta afirmación, como muchas otras frases populares atribuidas a la Biblia, carece de fundamento bíblico y, por ende, es errónea.

Cuando para defender un argumento alguien dice que “Cristo murió por decir la verdad”, simplemente está diciendo “mi verdad es absoluta” y si por ello tengo que morir, voy a morir como Cristo. Se colocan al mismo nivel de Dios, lo cual es una blasfemia.

Si en una discusión, alguno dice que algo es verdad y otro dice que es mentira, sin duda algo anda mal; porque una cosa no puede ser verdad y mentira a la vez. No existen las verdades relativas ni las verdades a medias. La verdad es lo que es, no contiene errores ni sombra de variación. Una verdad tiene que ser verdad para todos; no es lo que nos parece que es ni lo que quisiéramos que fuese.

La mala noticia para los que dicen que Cristo murió por decir la verdad, es que esta es una gran mentira. La muerte de Cristo es la piedra angular del Plan de Salvación diseñado por Dios desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).

La muerte de Cristo fue una expiación por el pecado (Isaías 53:10; Hebreos 9:26) y en Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, PARA que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La palabra clave para discernir el significado del versículo es PARA, que por definición es una preposición que indica la finalidad de una acción y/o indica quién es el beneficiario de una acción.

Claramente se nos revela el propósito de la muerte de Cristo. Murió PARA que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna. El propósito de su muerte fue salvífico y el beneficiario es todo hombre que cree en él.

Ciertamente Cristo siempre habló con la verdad. Él es la Verdad. Pero no murió por decir la verdad ni siquiera de eso lo acusaron los fariseos. La principal acusación fue la de blasfemo, porque siendo hombre se hacía como Dios. (Juan 10:33).

Hay que diferenciar entre las razones que tuvieron los judíos para perseguirlo y para crucificarlo y entre el propósito de su muerte, que obedeció a la voluntad soberana del Padre (Juan 10:18).

Cristo no murió por decir la verdad; murió para pagar el precio de nuestros pecados y para darnos salvación y vida eterna.

lunes, 2 de diciembre de 2024

ESCRIBAS Y FARISEOS


 “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.” (Mateo 23:3)

Los Fariseos, pertenecían a una de las principales sectas del judaísmo. Eran gente del pueblo y no tenían la formación intelectual de los Escribas; pero eran muy respetados por el pueblo.

Los Escribas o “doctores de la ley” eran los intelectuales. Ellos estudiaban varios años para obtener el título de Rabí. Eran venerados por el pueblo, sus palabras eran ley y los fariseos les obedecían ciegamente.

En Mateo, todo el capítulo 23, registra la fuerte crítica de Jesús a los fariseos y escribas; porque ellos no glorificaban a Dios, sino que estaban enfocados en hacer dinero y en ser elogiados por la gente.

En los versos 6, 7 y 8, Jesús los describe como personajes que llegaban a la Sinagoga para ser el centro de atención. Su máxima satisfacción era ser llamados Rabí. Pero todo era hipocresía cubierta bajo el manto de la religiosidad y el legalismo. A Jesús, esto le provocaba repudio y asco, por eso les llama hipócritas, pues “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe,” no era lo que practicaban.

Toda la enseñanza de los fariseos y escribas era meramente teórica, como címbalo que resuena; pues con sus actitudes demostraban todo lo contrario. Ante el pueblo se ponían una máscara de bondad y de perfección. Se presentaban como gentes sin mancha y sin arruga, pero en sus corazones había iniquidad, sentimientos egoístas y orgullo; menospreciaban a la gente.

En Marcos 7:11-13, se registra un señalamiento que Jesús hace a los fariseos y escribas. “Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, invalidando la palabra de Dios.”

Si un hijo se enojaba contra sus padres, podía declarar que todos sus bienes eran Corbán, y esto era permitido por los fariseos y escribas. Jesús se llenaba de ira ante estas cosas, porque ellos habían invalidado la ley de Dios y veían como poca cosa el respeto y la honra a los padres.

Así eran los fariseos y escribas, sin ningún temor de Dios, y encima se presentaban ante la gente como personas intachables. Jesús otra vez les llama hipócritas, “porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia.” (V 25)

“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos muertos y de toda inmundicia.” (V 27)

Fariseos y escribas, eran seres despreciables ante los ojos de Dios, eran pura apariencia de pureza y de amor, pero en sus corazones sólo había iniquidad. Sólo les interesaba el protagonismo, ser las estrellas de la comunidad, ser alabados por todo el mundo y que los demás les considerasen como importantes en sus vidas.

Ellos podían engañar a toda la gente, de hecho, eran buscados para recibir consejo sabio y los incautos los abrazaban, lloraban sobre sus hombros y les decían “hermanito, usted es un ungido de Dios, tiene mucha sabiduría y yo confío en su consejo,” y no sentían el olor a inmundicia que salía de ellos. Pero Dios no puede ser burlado, porque Él conoce los corazones de los hombres. Y a veces, la familia tampoco puede ser engañada, la gente conoce a los fariseos de su casa; porque con la familia se muestran sin máscara.

“¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?” (V 33)

Los fariseos sabían que eran hipócritas, pero se ofendían por la verdad y querían matar a Jesús.

Sin embargo, Jesús nunca les odió, les habló así por amor, para que se arrepintieran y fuesen salvos, pero ellos le rechazaron y no descansaron hasta verle crucificado. El llamado de Jesús, a los suyos, fue: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mateo 5:20)

La gloria y la honra sean dadas a Dios

viernes, 15 de noviembre de 2024

PERLA PRECIOSA

 

Cita: Mateo 13: 45  “También el reino de los cielos es semejante a un mercader
                                   que busca buenas perlas.”

La perla es símbolo de pureza y perfección. Su cuidado debe ser constante e implica grandes riesgos financieros. El proceso de criar una ostra perlera es largo y requiere cuidado considerable porque la especie es frágil. Una perla pequeña de calidad media cuesta unos $100 dólares. Una perla redonda de calidad perfecta, con un diámetro de 18 mm., puede costar hasta $10000 dólares.

Jesús compara el reino de los cielos con una perla preciosa. El reino puro y perfecto de Dios, cuyo valor no es monetario, pero que implica un despojarse de valores materiales y de cuidado constante.

El mercader de la parábola es un conocedor del negocio de perlas. Él no encontró la perla de gran precio de manera accidental, sino que salió a buscarla.

Buscar una perla no es tarea fácil. Exige paciencia, tiempo y tenacidad. Se requiere de sesiones de buceo prolongado para llegar hasta la población del nácar, enfrentando de paso los peligros de fieras marinas que habitan en las profundidades del mar.

Los buceadores en busca de perlas se alejan del mundo terrenal para sumergirse en las profundidades marinas. Su labor requiere una excelente condición física y un deseo sincero de hallar una perla valiosa. El regocijo es inmenso al encontrarla, pues todo el esfuerzo ha merecido la pena.

Buscar el reino de Dios no es una cuestión accidental. Los elegidos para salvación tienen por delante una jornada llena de renuncias, de largas horas de estudio de la Palabra de Dios, alejados de toda mundanalidad, para internarse en las profundidades de esa agua que salta para vida eterna y entrar en el gozo de la salvación.

El creyente se encontrará con fieras de toda clase, con enviados del maligno que querrán desviarle de su santo llamamiento; pero Dios que es fiel y justo no permitirá que tal acontezca; porque ÉL ha prometido estar con los suyos todos los días hasta el fin.

El creyente, como el mercader de la parábola, debe renunciar a todo, despojarse de su vieja naturaleza, salir a buscar la perla de gran precio; porque ella es digna de ser buscada.

Así como el mercader reconoció el gran valor de esa perla, debemos reconocer que el reino de los cielos es lo más sublime y que encontrarlo hace la diferencia entre la vida o la muerte eterna.

 

Pensamiento: El precio de la salvación es incalculable, fue pagado con la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo. 

 

miércoles, 23 de octubre de 2024

PARÁBOLA DEL SEMBRADOR

 


Lectura: Mateo 13:1-23

Las parábolas referidas por Jesús son profecías y describen lo que sucedería en la tierra en el presente siglo, es decir, en el tiempo comprendido entre el rechazo a Él durante su ministerio terrenal y su segunda venida. No se refieren a la iglesia de Jesucristo únicamente, sino que enseñan las distintas reacciones y respuestas del ser humano a su Palabra, durante su ausencia.

En la parábola del sembrador, Jesucristo es el sembrador. La semilla es su Palabra; la tierra, representa el corazón del hombre y a cuatro diferentes tipos de oidores de la Palabra; las aves, representan al maligno.

1. La semilla que cayó junto al camino (V 4 y V 19). La semilla cayó en una tierra endurecida por el continuo ir y venir de caminantes. Es tan dura la tierra que la semilla no puede germinar. Esa tierra es el corazón del hombre. Son aquellos que tienen el corazón tan endurecido que, escuchan la Palabra de Dios, pero no tienen ningún interés, porque no es importante para ellos, pues según su manera de pensar, no vinieron al mundo para perder el tiempo en cosas espirituales, sino que vinieron para “gozar” la vida.

En el V19, Jesús les llama “el que no entiende,” y no es que tengan alguna discapacidad mental o falta de comprensión. ¡Claro que no! La semilla fue recibida, el hombre la escuchó, la Palabra de Dios fue recibida por el oído, pero fue rechazada por el corazón y por eso no germinó. Las aves llegaron y se comieron la semilla. El corazón duro es presa fácil del diablo, porque él es el dios de este siglo y les ha cegado el entendimiento para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Dios.

2. La semilla que cayó en pedregales. (V 5 y V20) Muchos han escuchado la Palabra de Dios, algún amigo o familiar que les ama les ha predicado el evangelio de salvación y puede que hasta se hayan entusiasmado al momento de escuchar las promesas maravillosas de Dios y que se sientan cristianos, pero tienen corazones de piedra y realmente no están interesados en conocer las Escrituras, no les importa la opinión de Dios y se resisten a obedecer sus leyes, quieren hacer las cosas a su manera. De esta actitud hacia la Palabra de Dios, han salido los falsos profetas, los falsos maestros y los falsos cristianos.

Los falsos profetas no están interesados en que la gente se salve, sino en entretenerla para ellos enriquecerse; por eso sus prédicas son superficiales, pero fascinantes, sobre todo para aquellos que cuando llega la aflicción, buscan desesperadamente quien les consuele y se van tras los falsos profetas, especialistas en mensajes motivacionales.

Los corazones de piedra no han experimentado una conversión verdadera, es esa clase de oidores que responden al llamado del evangelismo moderno. Tristemente, hoy estamos asistiendo al cumplimiento de esta profecía declarada por Jesucristo.

3. La semilla que cayó entre espinos (V 7 y V 22). Estos personajes son aquellos que han escuchado la Palabra, pero que son estériles, no dan frutos. Son los que están en una iglesia, pero no se han convertido. Aquí ni siquiera tiene que intervenir Satanás, sino que la resistencia la hace la carne. El enemigo es el mundo; las espinas, son todas las atracciones de este mundo; pueden ser el trabajo, los pasatiempos o las actividades recreativas. Este oidor tiene el corazón dividido, quiere seguir a Jesús, pero también quiere estar coqueteando con el mundo, y nadie puede servir a dos señores. Eres pertenencia absoluta de Dios o pertenencia de Satanás, porque Dios es un Dios celoso y lo suyo no lo comparte con nadie.

4. La semilla que cayó en buena tierra. (V 8 y V 23) Este es el que OYE Y ENTIENDE LA PALABRA, y además, da frutos. Obedece todas las ordenanzas de Dios sin cuestionar ningún mandamiento, por gravoso que éste le parezca. Por obediencia a Dios es capaz de renunciar a su familia, a sus amigos y a todo lo que está en el mundo, pues ha entendido que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios.

El predicador puede sentirse frustrado cuando su esfuerzo por sembrar resulta en unas pocas semillas germinadas. Pero recordemos que el rebaño de Jesucristo es una manada pequeña. Si nos fijamos, Jesús dice que sólo un 25% de la semilla caerá en buena tierra. El 75% restante, lamentablemente será condenado. Hay que seguir sembrando, sin desmayar. Demos gracias y glorifiquemos a Dios, los que pertenecemos a esa manada pequeña.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.

martes, 15 de octubre de 2024

FRUSTRACIÓN Y FE

 


Cuando vemos a Job, nos parece entender con claridad que los propósitos de Dios siempre tienen un final feliz. Sin embargo, cuando en nuestra vida experimentamos pruebas difíciles, no somos capaces de vislumbrar ningún final feliz.

Cuando la tragedia nos toca, solamente nos enfocamos en el escenario material que se presenta delante de nosotros, con todos sus actores moviéndose a nuestro alrededor; nuestros ojos espirituales permanecen cerrados, por lo que se nos imposibilita volver nuestra mirada a ese mundo espiritual que es el lugar en donde Dios está trabajando, donde nunca duerme ni descansa.

 El apóstol Pablo nos dice que nuestra lucha no es contra carne ni espada, que nuestra lucha es espiritual. Nuestra lucha no es contra la materia.

Sin embargo, y en honor a la verdad, las verdaderas luchas, las espirituales, las hemos relegado a un segundo plano y nuestra energía la gastamos en luchas materiales que dependen de las circunstancias.

 Las circunstancias son ocurrencias absolutamente materiales, que ocurren en el mundo que habitamos y que están estrechamente ligadas al tiempo, el lugar y el modo.

Habitualmente, cuando luchamos contra las circunstancias negativas, atribuimos el problema o la derrota, a la fatalidad.

Nuestra narrativa no obedece estrictamente a la realidad y la racionalizamos sin que en ella esté ausente el efecto mariposa.

 Si por un momento apeláramos a la cordura y nos quitásemos la venda espiritual de los ojos, podríamos ver que nuestra lucha es una lucha de fe. Cuando Pedro caminó sobre las aguas y luego sintió miedo, empezó a hundirse. Su lucha no era material, no era contra las aguas. Su lucha era de fe. Esto nos muestra que Dios tiene el control sobre la materia, pero que la fe que Él nos ha reglado, somos nosotros mismos quienes ejercemos el poder de manejarla y adecuarlas a cualquier circunstancia.

 Aquí, la pregunta sería: ¿Confiamos en Dios?

Es fácil perder la confianza en Dios y pensar que Él no se interesa en nosotros. Los discípulos también experimentaron ese sentimiento de que Dios les había abandonado y fueron víctimas de una profunda tristeza cuando el Maestro no les cumplió su sueño de instalar un reino terrenal.

 Y volvamos a Job, recordemos que todas sus quejas expresan su decepción de Dios, llegando al límite de desafiar a su Creador.

 La frustración constantemente nos lleva a preguntarnos ¿Por qué? Cuando la pregunta sería ¿Para qué?, pues creemos que todo lo que Dios hace tiene un propósito, que siempre es para bien a los que en Él confían.

 Cuando Job hace un montón de preguntas a Dios, basadas en el porqué de las cosas que le han sucedido, Dios no le da respuestas y más bien le responde con una serie de planteamientos que muestran su Poder y su Gloria, razones suficientes para confiar en Él.

En el momento que Job cambia la frustración por la fe, recibe la respuesta de Dios. Cuando estamos en medio de la adversidad no resulta fácil confiar en Dios, esto es algo inherente al ser humano, sin embargo, podemos estar seguros de que aun en esos momentos Dios está presto para reactivar nuestra fe, así como apareció a Job desde una dorada claridad, así se nos revela a nosotros de distintas maneras.

En las pruebas nunca estamos solos, recordemos que Dios nos prometió estar siempre con nosotros hasta el fin.

 

La gloria y la honra sean a Dios.

 

jueves, 3 de octubre de 2024

SEA LA LUZ

 


Lectura: Génesis 1:1-8

Cita: Génesis 1:2-3: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” 

 Donde sólo había tinieblas y desorden, Dios con el poder de Su Palabra, hizo que la luz fuese.

Cada ser humano es comparable a un universo infinito, en el que repentinamente puede surgir el caos. El caos por sí solo no puede ordenarse, alguien tiene que ordenarlo y tener poder para hacerlo.

 El proceso de ordenar puede ser doloroso y extenso. Colocar cada cosa en su lugar y quitar las que están estorbando, significa que sufriremos pérdidas. Mas al final, cuando la obra se haya finalizado, percibiremos una dulce armonía, capaz de restaurar nuestro espíritu.

Los seres humanos tienden a acumular objetos, a menudo de poco valor. En otras ocasiones, se aferran a ideas, lugares o personas, encontrando difícil deshacerse de aquello que es superfluo en sus vidas.

Cuando estamos atravesando por las tinieblas, debemos confiar en que Dios en el momento preciso nos hará ver la luz, para que avancemos por el camino superando los obstáculos que nos impiden el paso. Asimismo, seremos capaces de ver todos aquellos objetos que no contribuyen a la armonía de nuestro escenario.

 En este punto es elemental aceptar la voluntad de Dios y Su Señorío, reconociendo que aun cuando no entendamos el porqué de algunas pérdidas, todo cuanto Él hace está orientado a restaurar nuestra armonía.

A Dios como Soberano, nadie le ordenó que pusiese orden en medio del caos y las tinieblas. Lo hizo porque pensó que era bueno. Muchas veces Dios actúa sin que nosotros se lo pidamos, sencillamente advierte el desorden que impera en nuestra existencia y procede a ordenar.

 Que Dios nos ayude a todos a comprender su infinito poder y su misericordia y a no olvidar que para Él lo imposible no existe.

 

viernes, 20 de septiembre de 2024

QUIÉN ES DIOS


 

Siempre es difícil predicar la Palabra de Dios, y cualquiera que lo haga debería hacerlo con temor y con temblor, entendiendo que sólo podemos hacerlo por medio de la sabiduría de Dios, a través del Espíritu Santo.

Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, debemos ser siervos de Jesucristo, esclavos de Jesucristo, apartados para el evangelio de Dios. 

Si de verdad anhelamos ser esclavos de Jesucristo y vivir una vida cristiana como a Dios le agrada, es indispensable conocer en profundidad quién es Dios y quiénes somos nosotros.

En los primeros tres capítulos de la carta a los Romanos, Pablo deja muy claro quiénes somos nosotros, nos revela nuestra miseria humana, nuestro pecado. Nos muestra que en nosotros mismos y en nuestras obras, no tenemos ni la más remota esperanza de ser salvos; porque todos nos descarriamos y nos hicimos inútiles delante de Dios. Sepulcros abiertos somos y en nuestro corazón sólo hay maldad y rebelión contra Dios y contra todas sus leyes. Eso es lo que somos todos sin excepción, vasos de barro inservibles que merecemos la condenación eterna. Eso es lo que Dios piensa de nosotros, y dice que todos merecemos estar encerrados, sin esperanza, en la oscuridad eterna.

Entonces, ¿Por qué somos tan insensatos y faltos de entendimiento y nos jactamos de nuestras capacidades, de nuestra inteligencia humana, de nuestra “bondad”? Debería darnos vergüenza sentirnos así ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos; ni siquiera por equivocación deberíamos creer que servimos para algo digno de admiración.

Luego de enseñarnos qué es lo que somos, en los capítulos 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, Pablo nos muestra las misericordias de Dios en la obra de Jesucristo. Después de ocho largos capítulos, Pablo nos describe la grandeza incomparable de las misericordias de Dios hacia nosotros, en la persona de Jesucristo, Pablo nos dice que basados en las misericordias de Dios debemos vivir como sacrificios vivos, esto significa, una renuncia total a nuestros deseos, a nuestra voluntad, a nuestra propia estima y someternos como esclavos a Jesucristo; porque le pertenecemos, porque fuimos comprados con su sangre preciosa. Nos compró como si tuviésemos algún valor, pero fue por su misericordia y porque nos amó desde antes de la fundación del mundo.

Quizás lo más importante que debe conocer todo hombre, es la distancia que existe entre Dios y él. Dios es Santo, Santo, Santo y el hombre es pecador. Ahí debe empezar nuestro conocimiento acerca de Dios y ahí debe permanecer.

Lo que el creyente debe conocer es la grandeza de Dios, quién es Él, conocer sus atributos revelados en su Palabra. Cuando conocemos los atributos de Dios y su Perfección, entonces nos damos cuenta de que Él es digno de que seamos sus esclavos. Nos damos cuenta de que somos miserables, que somos gusanos de la tierra, y una profunda tristeza y vergüenza invadirá nuestro ser, nacerá la humildad que es indispensable para ser siervos de Dios. Todo orgullo será echado por tierra y nunca más tendremos valor de creernos útiles o merecedores de algo.

Entre más conocemos a Dios, más le amamos; porque entendemos que su gracia es inmerecida y que sólo por su infinita misericordia nos ha salvado. 

Cuando conozcamos al verdadero Dios de la Biblia, entonces vamos a entender nuestra pequeñez, nuestra miseria, y nadie tendrá que enseñarnos ni exhortarnos. Nadie tendrá que decirnos “levante las manos, alabe a Dios, adore al Señor.”

Delante de Dios sólo somos polvo y gusanos de la tierra, no tenemos nada de que jactarnos.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.

jueves, 15 de agosto de 2024

LA SOBERBIA Y NAAMÁN




En el antiguo testamento se narra la historia de Naamán, general del ejército del rey de Siria, un personaje muy importante, pero que fue afectado por la lepra.

Una muchacha israelita que los sirios habían traído cautiva y que servía a la mujer de Naamán, fue la que le dijo que en Samaria había un profeta que podía sanarlo. Así fue que este general se presentó delante de su señor para que intercediese por él delante del rey de Israel.

El rey de Siria envió una carta al rey de Israel solicitando atención para Naamán. Naamán partió hacia Israel en su caballo, llevando dinero para pagar por su curación.

El rey de Israel se irritó al recibir la carta y rasgó sus ropas. Informado de la situación, el profeta Eliseo pidió que Naamán fuera enviado a él.

Cuando Naamán se presentó a la puerta de la casa de Eliseo, profeta de Israel, para que éste le sanara, el profeta en vez de salir a recibirlo le envió un mensajero para decirle que se fuese al río Jordán y se lavase ahí siete veces, entonces sería limpio.

Naamán, seguramente esperaba que el propio Eliseo saliese a recibirlo, ya que él era un importante personaje, nada menos que general del ejército de Siria. Sin embargo, Eliseo no sólo no salió, sino que le mandó a decir que se zambullera en el río Jordán, que tenía fama de ser muy sucio. Entonces Naamán se marchó muy enojado.

Dos criados de Naamán le convencieron de que obedeciese la orden del profeta, pues al fin de cuentas no era una misión difícil. Así fue como el general del ejército de Siria fue y se zambulló siete veces en el Jordán y fue sanado de la lepra.

A Naamán de nada le valió su poder terrenal, él mandaba a un importante ejército y le obedecían, pero no pudo ordenarle al profeta Eliseo que le sanara de la manera que él quería, pues pensaba que iba a ser sanado por medio de una imposición de manos.

En su arrogancia, Naamán probablemente se enfureció y pensó: "Es absurdo pensar que las aguas turbias del Jordán puedan limpiarme de la lepra, teniendo ríos cristalinos en mi país. Encima, el profeta me ha despreciado como si fuera un hombre común, ni siquiera se dignó a recibirme en persona, sino que mandó a un emisario. No obedeceré sus instrucciones, me voy."

En el mundo suele decirse que quien tiene el poder es el que manda y para la sociedad esto es válido. Pero el Creador es el Dueño absoluto de todo cuanto existe, es quien tiene el poder y es quien manda.

A Dios no le importa cómo lo veamos nosotros, Él es el Soberano ¿Por qué en el agua sucia del río Jordán? No lo sabemos, la Biblia no lo dice; pero una cosa sí sabemos: Que mucha gente como Naamán debe bajarse del caballo de la soberbia y zambullirse en aguas sucias para entender que sólo haciendo la voluntad de Dios es que podemos alcanzar su gracia y su misericordia.

En esta historia aprendemos que Dios es Soberano, que es Rey de reyes. Ningún rey terrenal está por encima de la voluntad de Dios.

Además, entendemos que la misericordia de Dios no se adquiere con bienes materiales y que el acceso a Dios por parte del ser humano requiere humildad y obediencia. Dios no muestra favoritismo y no se deja impresionar por la riqueza o el estatus social de las personas.

Si Naamán no hubiese obedecido y hubiese perseverado en su soberbia, seguramente habría muerto con lepra. Hay muchos soberbios que mueren en su soberbia, porque quieren que Dios haga las cosas a su manera. 

Hay muchas cosas y designios de Dios que no entendemos, pero podemos estar plenamente seguros de que Dios no es un ser arbitrario que hace lo que le da la gana, sino que es un Dios que todo lo sabe y que cuando nos manda algo es porque eso es lo mejor.

miércoles, 7 de agosto de 2024

EL MAYOR PECADO DEL REY DAVID

 




Cuando se estudia la Biblia y la vida del rey David, generalmente se señala como su más grande pecado, la relación con Betsabé y el asesinato de su esposo Urías. En este caso, Dios tomó cartas en el asunto.

La historia de David y Betsabé es un claro ejemplo de las debilidades humanas incluso en figuras tan prominentes como el rey. A pesar de sus logros y su cercanía con Dios, David cayó en la tentación de desear a la esposa de otro hombre. Este episodio nos recuerda que incluso los más grandes líderes pueden cometer errores graves.

Sin embargo, lo más notable de esta historia es la respuesta de David cuando fue confrontado por el profeta Natán. En lugar de negar sus acciones o intentar justificarlas, David reconoció su pecado, se arrepintió sinceramente y buscó la misericordia de Dios. Este acto de humildad y arrepentimiento fue lo que finalmente llevó a la restauración de su relación con Dios.

El perdón divino que David experimentó es un poderoso recordatorio de la gracia y la misericordia de Dios. A pesar de sus faltas, David fue perdonado y restaurado a través de su sincero arrepentimiento. Esta historia nos enseña que, incluso en medio de nuestros mayores fracasos, siempre hay espacio para el perdón y la restauración cuando nos volvemos sinceramente a Dios.

Pero desde el punto de vista de Dios, ese no fue el peor pecado que cometió el rey David, a continuación, se describe:

El rey David se había enfrentado en guerra contra muchos pueblos enemigos y Jehová Dios de los Ejércitos estaba delante de él para herir al enemigo, y además, le dio un nombre grande en la tierra. Todos los días venía ayuda a David, hasta hacerse un gran ejército, como ejército de Dios.

Pero Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciese un censo y esto desagradó a Jehová.

Cuando Dios ordenó a Moisés levantar un censo, el fin consistió en que todos, los de veinte años arriba, dieran ofrenda a Jehová, para hacer expiación. El censo no se hacía con fines militares, sino que se relacionaba con el rescate de los primogénitos de los hijos de Israel.

David no tomó en cuenta esta ordenanza de Dios y ordenó a Joab, general de su ejército, que hiciera un censo. Aunque Joab le recordó a David que era pecado, éste no desistió.

En el libro primero de Crónicas se resalta como el gran pecado de David, el Censo. Este es el punto de vista de Dios. ¿Qué necesidad tenía David de saber con cuántos hombres contaba para la batalla, si era Jehová de los Ejércitos el que peleaba por él y le daba la victoria?

Como humanos, somos dados a señalar los grandes pecados de los demás sin tomar en cuenta el punto de vista de Dios. Sólo Él tiene la potestad de escudriñar los corazones y saber cuál es el pecado más grande de cada uno de nosotros.

No debemos olvidar que Dios nos ha llamado a ponernos a cuentas con Él y que, si nuestro arrepentimiento es sincero, aun cuando nuestros “pecados fueren como la grana” Él puede emblanquecerlos como la nieve. La mayor ofensa para Dios es que no confiemos en Él y que pensemos que es con nuestra propia fuerza obtendremos la victoria.

¡La honra y la gloria sean a Dios!

 


miércoles, 24 de julio de 2024

LA IGLESIA DE CRISTO

 



Nacimiento de la iglesia

 Durante el ministerio terrenal de Jesús, la iglesia como tal no existía, sin embargo, Jesús dijo: “sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).

La Roca es Cristo. La iglesia está edificada sobre Cristo, Él es el fundamento y esto lo encontramos en 1a Corintios 3:11, que dice: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

Cristo es la base de la iglesia. Su vida, su misión redentora, su resurrección, sus enseñanzas y sus mandatos son la única referencia que debe regir a la iglesia. Cuando venimos a Cristo, traíamos las manos vacías, nuestros conocimientos acerca de Dios eran muy pobres, no traíamos nada, sólo venimos a recibir de Él. El creyente sólo puede sobreedificar sobre esa base, es decir, hacer toda buena obra conforme a lo enseñado por Él.

 En 1a de Pedro 2:4, el apóstol dice que Jesús es “piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa...”

Esta misma piedra es mencionada por el profeta Isaías: “Por eso dice el Señor y Dios: Miren, yo pongo en Sion una piedra probada, piedra angular y preciosa para un cimiento firme; el que crea no se tambaleará.”  (Isaías 28:16, NVI).

Después de la ascensión de Jesucristo, el día de Pentecostés, es cuando nace la iglesia. Estando reunidos en Jerusalén, los apóstoles y alrededor ciento veinte personas, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y todos fueron llenos. (Hechos 2).

 

¿QUÉ ES LA IGLESIA?

La iglesia, por definición es el cuerpo de Cristo. En su carta a los Efesios 5;28, el apóstol Pablo dice: “Cristo es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.” (Ver también Colosenses 1:18)

En el libro de Hechos, Jesús confirma que la iglesia es su cuerpo. Cuando Saulo de Tarso (el apóstol Pablo) se dirigía a Damasco en su cruel tarea de perseguir a los cristianos para apresarlos, la Biblia dice que repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo, que le dejaría ciego por tres días y escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues”

Entonces Saulo preguntó: ¿Quién eres, Señor? Y le respondió el Señor: Yo soy Jesús, a quién tú persigues.

Obviamente, Saulo no perseguía a Jesús, porque éste ya había ascendido al cielo; pero Jesús le hace entender que si persigue a la iglesia es igual que perseguirlo a Él, porque la iglesia es su cuerpo.

En otro pasaje bíblico, en Lucas 10:1-19, cuando Jesús envía a setenta discípulos suyos para que prediquen el evangelio, les dice: “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.”

Los cristianos representan a Jesucristo, son su cuerpo.

Dios delegó en nosotros la misión de realizar Su obra en la tierra. Esta verdad también la vemos en la Gran Comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)

Si quieres saber cómo es Dios, mira a su iglesia, que es el cuerpo de Cristo.

 

PROPÓSITO DE LA IGLESIA

 El apóstol Pablo en su carta a los Efesios 3:10 nos señala cual es el propósito de la iglesia y dice:

“El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios en toda su diversidad se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (NVI).

Esto implica, en primer lugar, que Dios ha confiado a la iglesia la importante misión de enseñar el evangelio y de representarle ante el mundo.

En segundo lugar, significa que las inteligencias creadas por Dios aprenden sobre Su sabiduría a través de la iglesia. Por medio de ella, el mundo puede observar el amor de Dios manifestado en aquellos que han sido redimidos por su fe en Jesucristo.

Además, este versículo nos muestra que la iglesia no solo testimonia el reino de Dios al mundo, sino que también funciona como una escuela para los ángeles, descritos como “poderes y autoridades en las regiones celestiales”.

Los ángeles, de diferentes rangos, están aprendiendo el propósito eterno de Dios, que consiste en otorgar la salvación a los pecadores arrepentidos que han aceptado la fe en Jesucristo.

La iglesia no es un edificio, es el cuerpo de Cristo, que refleja el poder, la sabiduría y el amor de Dios.

En este contexto, la iglesia adquiere un papel relevante, sobre todo en aquellos momentos en los que podemos sentir que Dios nos ha abandonado. Dios es fiel y Él prometió estar todos los días con nosotros hasta el fin. La iglesia es el cuerpo de Cristo que nos imparte sabiduría, nos guía y nos consuela. No estamos solos en ninguna lucha.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.

 

 

 

miércoles, 17 de julio de 2024

LA VERDAD Y JESÚS

 


A menudo oigo a personas inmersas en discusiones que, al quedarse sin argumentos para sostener su punto, concluyen diciendo: "Cristo murió por decir la verdad". Esta declaración, al igual que muchas otras frases populares supuestamente basadas en la Biblia, no tiene fundamento en las Escrituras y, por lo tanto, es incorrecta.

Cuando para defender un argumento alguien dice que “Cristo murió por decir la verdad”, simplemente está diciendo “mi verdad es absoluta” y si por ello tengo que morir, voy a morir como Cristo. Se colocan al mismo nivel de Dios, lo cual es una blasfemia.

Si en una discusión, alguno dice que algo es verdad y otro dice que es mentira, sin duda algo anda mal; porque una cosa no puede ser verdad y mentira a la vez. No existen las verdades relativas ni las verdades a medias. La verdad es lo que es, no contiene errores ni sombra de variación. Una verdad tiene que ser verdad para todos; no es lo que nos parece que es ni lo que quisiéramos que fuese.

La mala noticia para los que dicen que Cristo murió por decir la verdad, es que esta es una gran mentira. La muerte de Cristo es la piedra angular del Plan de Salvación diseñado por Dios desde antes de la fundación del mundo (Efesios 1:4).

La muerte de Cristo fue una expiación por el pecado (Isaías 53:10; Hebreos 9:26) y en Juan 3:16 dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, PARA que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La palabra clave para discernir el significado del versículo es PARA, que por definición es una preposición que indica la finalidad de una acción y/o indica quién es el beneficiario de una acción.

La preposición "para" señala el propósito o la finalidad de una acción, y no debe confundirse con "por", que indica la causa o el medio por el cual se alcanza un objetivo.

Se nos hace evidente el propósito de la muerte de Cristo. Él murió PARA que quien crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. El propósito de su sacrificio fue la salvación del pecador, y el beneficiario es cualquier persona que tenga fe en Él y le acepte como su Salvador personal.

La muerte de Jesucristo en la cruz del Calvario fue el medio que establecido por Dios desde antes de la fundación del mundo y no fue producto de los deseos malsanos de los judíos que le rechazaron.

Ciertamente Cristo siempre habló con la verdad. Él es la Verdad. Pero no murió POR decir la verdad. Ni siquiera de eso lo acusaron los fariseos. La principal acusación fue la de blasfemo, porque siendo hombre se hacía como Dios. (Juan 10:33).

Hay que diferenciar entre las razones que tuvieron los judíos para perseguirlo y para crucificarlo y entre el propósito de su muerte, que obedeció a la voluntad soberana del Padre (Juan 10:18).

Cristo no murió por decir la verdad, murió para pagar el precio de nuestro pecado y para darnos vida eterna.

Que Dios nos ayude a todos a entender su Palabra y a no repetir herejías. 

jueves, 11 de julio de 2024

LA NEGACIÓN DE PEDRO








 
Lectura: Marcos 14: 66-72
 
EL PAPEL DE PEDRO DENTRO DEL GRUPO DE LOS DOCE
Sabemos quien era Pedro, sin embargo, es importante tener en cuenta lo siguiente:
-Pedro asumía el rol de líder dentro del grupo de los doce discípulos y siempre llevaba la voz cantante.
 
-Pedro fue el discípulo inseparable de Jesús y había permanecido junto al Maestro en todas sus  pruebas. (Lucas 22:28).
 
-Pedro fue ese discípulo que no puede ser pasado por alto, pues hizo la confesión más importante acerca de Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” (Mateo 16:16)
 
MOMENTO PREVIO A LA NEGACIÓN
Antes de que ocurriese el triste acontecimiento de la negación, Pedro se caracterizaba por su impulsividad.
Pedro mostraba un exceso de confianza en sí mismo, lo cual se evidencia cuando Jesús, poco antes de anunciar la negación de Pedro, les advierte que todos se escandalizarán de Él. Pedro insiste en que, aunque todos se escandalicen, él jamás lo hará. El Maestro le revela que esa misma noche, antes de que el gallo cante dos veces, Pedro lo negará tres veces. Con firmeza, Pedro le asegura a Jesús: "Aunque tenga que morir contigo, no te negaré." (Mateo 26:35).
Pedro tenía un alto concepto sobre sí mismo, se sentía muy valiente. Creía que su fidelidad al Maestro era a prueba de todo. Creía que él era una persona veraz y confiable.
 
HONESTIDAD DE LA BIBLIA
Sin duda alguna, la negación de Pedro es uno de los hechos más bochornosos en la experiencia de los discípulos. El relato de los Evangelios bien pudo obviar este doloroso y triste suceso, para no desprestigiar a Pedro, pero no ocurrió así, porque es Dios quien inspiró las Sagradas Escrituras y Dios es veraz. Esa honestidad hace que tengamos la certeza de que la Biblia no miente y que es la Palabra de Dios.
 
Dicho todo lo anterior, el panorama se aclara y podemos entender mucho mejor lo sucedido.
Dios conoce a cada ser humano, tanto así que hasta contado le tiene sus cabellos a cada uno. Dios conocía a Pedro y sabía que debía superar muchas debilidades. Por eso lo somete a esta dura prueba, para mostrarle quién era él en verdad, porque ni él mismo se conocía, pues siempre estaba alardeando de lo que sería capaz de hacer.
 
Pedro bien pudo haber huido como lo hicieron el resto de los discípulos, pero al confiar excesivamente en sus capacidades, decidió seguir al Maestro y exponerse a la tentación.
 
Según dice la Escritura, cuando Jesús es llevado ante el sumo sacerdote, Caifás, era seguido de lejos por Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote (Juan 18:15) por eso pudieron entrar hasta el patio.
Pedro es sorprendido por una criada del sumo sacerdote que le dice “tú también estabas con Jesús el nazareno” (Marcos 14:67) y Pedro negó diciendo: “No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo.”
Es evidente que Pedro no esperaba que esto sucediera, ni había preparado alguna respuesta por sí le preguntaban ni siquiera se acordó de lo que Jesús le había dicho acerca de su negación. La sorpresa le hace entrar en miedo y su reacción inmediata es alejarse, entonces sale del patio y se va al portal.
Pero huir del problema no es la solución, porque la prueba no ha terminado. Cuando Dios nos somete a una prueba es con propósito, para enseñarnos en qué estamos fallando, a fin de perfeccionarnos.
Pedro se llena de miedo, y es en las situaciones que ponen en peligro nuestra integridad física, donde sale a la luz lo que verdaderamente somos y de qué somos capaces.
Pedro es vencido por el miedo. No sólo niega al Maestro, sino que miente. Y miente porque el ser humano es mentiroso.  En el Salmo 116:11 dice que “Todo hombre es mentiroso.”
 
La prueba continúa, vuelve la criada y le dice a otros que estaban ahí, que Pedro es uno de ellos. Pedro otra vez niega al Maestro.  
Poco después lo vuelve a negar. Pero, además, comenzó a maldecir y a jurar. Probablemente juró en el Nombre de Dios y profirió maldiciones, diciendo:  "pero no conozco a este hombre de quién me habláis." Y el gallo cantó por segunda vez. Pedro había negado tres veces a Jesús.
 
Entre tanto, en el segundo nivel de la casa, Jesús era sometido a un interrogatorio, mientras le golpeaban y le escupían. Cuando Caifás le pregunta ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús le dijo “YO SOY.”
Aquí podemos observar claramente el contraste, Jesús es la Verdad. Pedro en cambio, miente, porque todo hombre es mentiroso. Y Pedro nos representa a cada uno de nosotros.
 
La prueba de Pedro llegó a su fin cuando negó por tercera vez al Maestro, así se cumplió la profecía de Jesús. Después de la negación no iba a pasar más nada con Pedro, porque Jesús dijo que lo iba a negar tres veces y nada más.
 
CONCLUSIONES
Con esta prueba, Dios le mostró a Pedro lo que él verdaderamente era, que no era tan fiel como había dicho, que tampoco era tan valiente como para dar su vida por Jesús y que era mentiroso. Pedro debía corregir sus fallas. Dios lo estaba preparando para futuras pruebas más duras, como por ejemplo su crucifixión.

En esta prueba, Dios mostró su fidelidad, porque recordemos que cuando Jesús anunció la negación de Pedro, también le dijo que Satanás lo había pedido para zarandearlo, pero que Él había rogado porque no le faltara la fe. De aquí podemos aprender que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra Satanás, La criada del sumo sacerdote no era la enemiga de Pedro, ella sólo fue el instrumento para llevar a cabo la prueba. Nuestros semejantes no son los enemigos que tenemos que vencer.
 
Por otra parte, vemos que la Palabra de Dios es absolutamente confiable y que siempre se cumple. En Su Palabra nos dice:
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana, pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1a Corintios 10:13).
Dios sabía cuál era el límite de Pedro, no le hubiese sometido a una prueba como la que estaba pasando Jesús. Cuando Pedro se quiebra y llora, ahí termina la prueba y Dios le da la salida.
 
Dios no nos somete a pruebas para fastidiarnos o para hacernos sufrir gratuitamente ni para que caigamos y no podamos levantarnos, sino que nos somete a pruebas para que podamos identificar nuestras debilidades y dónde estamos fallando, de manera que podamos corregir aquello que no le es agradable a Dios. A través de las pruebas Dios está perfeccionando la obra que empezó en nosotros.
 
Finalmente es válido decir que nunca debemos envanecernos por ser discípulos del Señor. Quedó demostrado que no importa cuánto tiempo has caminado con Jesús, que tampoco cuenta lo que hayas hecho en el servicio para el Señor, las pruebas son inevitables y forman parte de nuestro crecimiento espiritual.

Como se señaló al principio, Pedro era el líder, el que había hecho la confesión más importante de toda la Biblia, el que había estado presente en los momentos más importantes del Maestro, pero no por eso fue eximido de las pruebas.
 
Pedro debía cambiar, porque pronto cumpliría un encargo de Jesús, muy importante: Guiar la grey del Señor.

Toda la gloria y la honra sean dadas a Dios.

martes, 9 de julio de 2024

LA COPA QUE JESÚS NO QUERÍA BEBER

 


Lectura: Marcos 14: 32-42

Cita: Marcos 14:36 “Y decía: Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa; mas no lo que yo quiero, sino lo que tú”

En su última visita al Getsemaní, en la víspera de su muerte, Jesús está angustiado hasta la muerte, ora al Padre diciendo: “aparta de mí esta copa.”


Jesús era hombre, pero también era Dios y como hombre experimentó profunda tristeza y angustia. Dice la Biblia que Jesús en el Getsemaní estaba en agonía y que era su sudor como grandes gotas de sangre. Era un sufrimiento inimaginable para cualquier ser humano.

Jesús ora y con gran clamor le pide al Padre que pase de Él aquella copa. ¿A qué copa se refería el Maestro? ¿Temor al sufrimiento físico o a la muerte? No. Él podía haber huido para no morir, estaba cerca el Jordán, pudo haberlo cruzado sin mayor dificultad y escapar como lo había hecho en otras ocasiones porque “su hora no había llegado”. Pero no lo hizo.

Jesús de antemano sabía que iba a morir y la clase de muerte que sufriría, a eso vino. Lo anunció varias veces durante su ministerio. Voluntariamente aceptó el Plan del Padre para pagar con su preciosa sangre el precio del pecado del hombre. No renunciaría a su misión. En él no había sombra de variación. Su decisión era firme. Jesús no quería retener su vida, sino darla a cambio de la salvación del pecador. Cristo asumió el compromiso de morir. Claro que, como hombre, el sufrimiento fue intenso, porque en todo debía ser semejante al hombre, pero nunca pecó.

Los creyentes sabemos que existe la muerte física y la muerte espiritual. Cuando alguien que no es salvo muere, su espíritu está condenado a la muerte eterna, es decir, a vivir separado de Dios por toda la eternidad. Su morada será el infierno.

El Plan de Salvación contemplaba que Jesús pagara el precio del pecado, cuya paga es la muerte espiritual. Y Jesús debía experimentar la separación de Dios para dar por consumada la Obra que el Padre le había encomendado.

La experiencia de la separación espiritual, que para Jesús siendo absolutamente Santo y Perfecto, fue el punto más doloroso del Plan. Y Jesús le pedía al Padre no que eso no ocurriese, sino que antes de que muriese físicamente, su comunión con Él fuese restaurada. Y esta es, sin ninguna duda, la copa que Jesús no quería beber.

Jesús es crucificado, a la hora tercera (9 am), luego a la hora sexta (12 md) hubo tinieblas hasta la hora novena (3 pm). En ese lapso de tinieblas Jesús exclama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Si vemos, no le llama Padre, sino Dios. Es Cristo como hombre experimentando la separación espiritual del Padre y por primera y única vez, se rompe la comunión del Hijo del Hombre con el Padre. Algo verdaderamente espantoso, estar fuera de la presencia de Dios. Dice Marcos 14:28 “Y fue contado con los inicuos.” En este momento crucial es que fue pagada totalmente nuestra deuda de pecado.

A la hora novena, cuando las tinieblas desaparecen, Jesús clamó a gran voz y dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.”

Cuando Jesús vuelve a llamarle Padre, es porque ha sido restaurada su comunión. A esto se refiere Hebreos 5:7 “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.”

El Padre le escuchó y aunque estuvo separado de Él, por su temor reverente fue escuchado y le libró de la muerte espiritual.

 El proceso del Plan de Salvación llevado a cabo por Cristo nos enseña que es aun estando vivos que podemos restaurar nuestra relación con Dios y que luego de la muerte física pasaremos directamente a su presencia. Jesús nunca bajó al infierno, porque antes de morir físicamente recuperó su comunión con el Padre.

Así, nosotros los pecadores hemos estado muertos en delitos y pecados, separados de Dios. Pero al aceptar a Jesús como nuestro Salvador personal nos ha sido restaurada la comunión con Dios. Ahora somos hijos suyos y Él es nuestro Padre y tenemos vida eterna. 

Quienes son salvos, porque han aceptado a Jesucristo como su Salvador personal, no tendrán que beber la amarga copa de la separación eterna de Dios.