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miércoles, 23 de octubre de 2024

PARÁBOLA DEL SEMBRADOR

 


Lectura: Mateo 13:1-23

Las parábolas referidas por Jesús son profecías y describen lo que sucedería en la tierra en el presente siglo, es decir, en el tiempo comprendido entre el rechazo a Él durante su ministerio terrenal y su segunda venida. No se refieren a la iglesia de Jesucristo únicamente, sino que enseñan las distintas reacciones y respuestas del ser humano a su Palabra, durante su ausencia.

En la parábola del sembrador, Jesucristo es el sembrador. La semilla es su Palabra; la tierra, representa el corazón del hombre y a cuatro diferentes tipos de oidores de la Palabra; las aves, representan al maligno.

1. La semilla que cayó junto al camino (V 4 y V 19). La semilla cayó en una tierra endurecida por el continuo ir y venir de caminantes. Es tan dura la tierra que la semilla no puede germinar. Esa tierra es el corazón del hombre. Son aquellos que tienen el corazón tan endurecido que, escuchan la Palabra de Dios, pero no tienen ningún interés, porque no es importante para ellos, pues según su manera de pensar, no vinieron al mundo para perder el tiempo en cosas espirituales, sino que vinieron para “gozar” la vida.

En el V19, Jesús les llama “el que no entiende,” y no es que tengan alguna discapacidad mental o falta de comprensión. ¡Claro que no! La semilla fue recibida, el hombre la escuchó, la Palabra de Dios fue recibida por el oído, pero fue rechazada por el corazón y por eso no germinó. Las aves llegaron y se comieron la semilla. El corazón duro es presa fácil del diablo, porque él es el dios de este siglo y les ha cegado el entendimiento para que no les resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Dios.

2. La semilla que cayó en pedregales. (V 5 y V20) Muchos han escuchado la Palabra de Dios, algún amigo o familiar que les ama les ha predicado el evangelio de salvación y puede que hasta se hayan entusiasmado al momento de escuchar las promesas maravillosas de Dios y que se sientan cristianos, pero tienen corazones de piedra y realmente no están interesados en conocer las Escrituras, no les importa la opinión de Dios y se resisten a obedecer sus leyes, quieren hacer las cosas a su manera. De esta actitud hacia la Palabra de Dios, han salido los falsos profetas, los falsos maestros y los falsos cristianos.

Los falsos profetas no están interesados en que la gente se salve, sino en entretenerla para ellos enriquecerse; por eso sus prédicas son superficiales, pero fascinantes, sobre todo para aquellos que cuando llega la aflicción, buscan desesperadamente quien les consuele y se van tras los falsos profetas, especialistas en mensajes motivacionales.

Los corazones de piedra no han experimentado una conversión verdadera, es esa clase de oidores que responden al llamado del evangelismo moderno. Tristemente, hoy estamos asistiendo al cumplimiento de esta profecía declarada por Jesucristo.

3. La semilla que cayó entre espinos (V 7 y V 22). Estos personajes son aquellos que han escuchado la Palabra, pero que son estériles, no dan frutos. Son los que están en una iglesia, pero no se han convertido. Aquí ni siquiera tiene que intervenir Satanás, sino que la resistencia la hace la carne. El enemigo es el mundo; las espinas, son todas las atracciones de este mundo; pueden ser el trabajo, los pasatiempos o las actividades recreativas. Este oidor tiene el corazón dividido, quiere seguir a Jesús, pero también quiere estar coqueteando con el mundo, y nadie puede servir a dos señores. Eres pertenencia absoluta de Dios o pertenencia de Satanás, porque Dios es un Dios celoso y lo suyo no lo comparte con nadie.

4. La semilla que cayó en buena tierra. (V 8 y V 23) Este es el que OYE Y ENTIENDE LA PALABRA, y además, da frutos. Obedece todas las ordenanzas de Dios sin cuestionar ningún mandamiento, por gravoso que éste le parezca. Por obediencia a Dios es capaz de renunciar a su familia, a sus amigos y a todo lo que está en el mundo, pues ha entendido que la amistad con el mundo, es enemistad con Dios.

El predicador puede sentirse frustrado cuando su esfuerzo por sembrar resulta en unas pocas semillas germinadas. Pero recordemos que el rebaño de Jesucristo es una manada pequeña. Si nos fijamos, Jesús dice que sólo un 25% de la semilla caerá en buena tierra. El 75% restante, lamentablemente será condenado. Hay que seguir sembrando, sin desmayar. Demos gracias y glorifiquemos a Dios, los que pertenecemos a esa manada pequeña.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.

martes, 15 de octubre de 2024

FRUSTRACIÓN Y FE

 


Cuando vemos a Job, nos parece entender con claridad que los propósitos de Dios siempre tienen un final feliz. Sin embargo, cuando en nuestra vida experimentamos pruebas difíciles, no somos capaces de vislumbrar ningún final feliz.

Cuando la tragedia nos toca, solamente nos enfocamos en el escenario material que se presenta delante de nosotros, con todos sus actores moviéndose a nuestro alrededor; nuestros ojos espirituales permanecen cerrados, por lo que se nos imposibilita volver nuestra mirada a ese mundo espiritual que es el lugar en donde Dios está trabajando, donde nunca duerme ni descansa.

 El apóstol Pablo nos dice que nuestra lucha no es contra carne ni espada, que nuestra lucha es espiritual. Nuestra lucha no es contra la materia.

Sin embargo, y en honor a la verdad, las verdaderas luchas, las espirituales, las hemos relegado a un segundo plano y nuestra energía la gastamos en luchas materiales que dependen de las circunstancias.

 Las circunstancias son ocurrencias absolutamente materiales, que ocurren en el mundo que habitamos y que están estrechamente ligadas al tiempo, el lugar y el modo.

Habitualmente, cuando luchamos contra las circunstancias negativas, atribuimos el problema o la derrota, a la fatalidad.

Nuestra narrativa no obedece estrictamente a la realidad y la racionalizamos sin que en ella esté ausente el efecto mariposa.

 Si por un momento apeláramos a la cordura y nos quitásemos la venda espiritual de los ojos, podríamos ver que nuestra lucha es una lucha de fe. Cuando Pedro caminó sobre las aguas y luego sintió miedo, empezó a hundirse. Su lucha no era material, no era contra las aguas. Su lucha era de fe. Esto nos muestra que Dios tiene el control sobre la materia, pero que la fe que Él nos ha reglado, somos nosotros mismos quienes ejercemos el poder de manejarla y adecuarlas a cualquier circunstancia.

 Aquí, la pregunta sería: ¿Confiamos en Dios?

Es fácil perder la confianza en Dios y pensar que Él no se interesa en nosotros. Los discípulos también experimentaron ese sentimiento de que Dios les había abandonado y fueron víctimas de una profunda tristeza cuando el Maestro no les cumplió su sueño de instalar un reino terrenal.

 Y volvamos a Job, recordemos que todas sus quejas expresan su decepción de Dios, llegando al límite de desafiar a su Creador.

 La frustración constantemente nos lleva a preguntarnos ¿Por qué? Cuando la pregunta sería ¿Para qué?, pues creemos que todo lo que Dios hace tiene un propósito, que siempre es para bien a los que en Él confían.

 Cuando Job hace un montón de preguntas a Dios, basadas en el porqué de las cosas que le han sucedido, Dios no le da respuestas y más bien le responde con una serie de planteamientos que muestran su Poder y su Gloria, razones suficientes para confiar en Él.

En el momento que Job cambia la frustración por la fe, recibe la respuesta de Dios. Cuando estamos en medio de la adversidad no resulta fácil confiar en Dios, esto es algo inherente al ser humano, sin embargo, podemos estar seguros de que aun en esos momentos Dios está presto para reactivar nuestra fe, así como apareció a Job desde una dorada claridad, así se nos revela a nosotros de distintas maneras.

En las pruebas nunca estamos solos, recordemos que Dios nos prometió estar siempre con nosotros hasta el fin.

 

La gloria y la honra sean a Dios.

 

jueves, 3 de octubre de 2024

SEA LA LUZ

 


Lectura: Génesis 1:1-8

Cita: Génesis 1:2-3: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz.” 

 Donde sólo había tinieblas y desorden, Dios con el poder de Su Palabra, hizo que la luz fuese.

Cada ser humano es comparable a un universo infinito, en el que repentinamente puede surgir el caos. El caos por sí solo no puede ordenarse, alguien tiene que ordenarlo y tener poder para hacerlo.

 El proceso de ordenar puede ser doloroso y extenso. Colocar cada cosa en su lugar y quitar las que están estorbando, significa que sufriremos pérdidas. Mas al final, cuando la obra se haya finalizado, percibiremos una dulce armonía, capaz de restaurar nuestro espíritu.

Los seres humanos tienden a acumular objetos, a menudo de poco valor. En otras ocasiones, se aferran a ideas, lugares o personas, encontrando difícil deshacerse de aquello que es superfluo en sus vidas.

Cuando estamos atravesando por las tinieblas, debemos confiar en que Dios en el momento preciso nos hará ver la luz, para que avancemos por el camino superando los obstáculos que nos impiden el paso. Asimismo, seremos capaces de ver todos aquellos objetos que no contribuyen a la armonía de nuestro escenario.

 En este punto es elemental aceptar la voluntad de Dios y Su Señorío, reconociendo que aun cuando no entendamos el porqué de algunas pérdidas, todo cuanto Él hace está orientado a restaurar nuestra armonía.

A Dios como Soberano, nadie le ordenó que pusiese orden en medio del caos y las tinieblas. Lo hizo porque pensó que era bueno. Muchas veces Dios actúa sin que nosotros se lo pidamos, sencillamente advierte el desorden que impera en nuestra existencia y procede a ordenar.

 Que Dios nos ayude a todos a comprender su infinito poder y su misericordia y a no olvidar que para Él lo imposible no existe.

 

viernes, 20 de septiembre de 2024

QUIÉN ES DIOS


 

Siempre es difícil predicar la Palabra de Dios, y cualquiera que lo haga debería hacerlo con temor y con temblor, entendiendo que sólo podemos hacerlo por medio de la sabiduría de Dios, a través del Espíritu Santo.

Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos, debemos ser siervos de Jesucristo, esclavos de Jesucristo, apartados para el evangelio de Dios. 

Si de verdad anhelamos ser esclavos de Jesucristo y vivir una vida cristiana como a Dios le agrada, es indispensable conocer en profundidad quién es Dios y quiénes somos nosotros.

En los primeros tres capítulos de la carta a los Romanos, Pablo deja muy claro quiénes somos nosotros, nos revela nuestra miseria humana, nuestro pecado. Nos muestra que en nosotros mismos y en nuestras obras, no tenemos ni la más remota esperanza de ser salvos; porque todos nos descarriamos y nos hicimos inútiles delante de Dios. Sepulcros abiertos somos y en nuestro corazón sólo hay maldad y rebelión contra Dios y contra todas sus leyes. Eso es lo que somos todos sin excepción, vasos de barro inservibles que merecemos la condenación eterna. Eso es lo que Dios piensa de nosotros, y dice que todos merecemos estar encerrados, sin esperanza, en la oscuridad eterna.

Entonces, ¿Por qué somos tan insensatos y faltos de entendimiento y nos jactamos de nuestras capacidades, de nuestra inteligencia humana, de nuestra “bondad”? Debería darnos vergüenza sentirnos así ante Dios, ante los demás y ante nosotros mismos; ni siquiera por equivocación deberíamos creer que servimos para algo digno de admiración.

Luego de enseñarnos qué es lo que somos, en los capítulos 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11, Pablo nos muestra las misericordias de Dios en la obra de Jesucristo. Después de ocho largos capítulos, Pablo nos describe la grandeza incomparable de las misericordias de Dios hacia nosotros, en la persona de Jesucristo, Pablo nos dice que basados en las misericordias de Dios debemos vivir como sacrificios vivos, esto significa, una renuncia total a nuestros deseos, a nuestra voluntad, a nuestra propia estima y someternos como esclavos a Jesucristo; porque le pertenecemos, porque fuimos comprados con su sangre preciosa. Nos compró como si tuviésemos algún valor, pero fue por su misericordia y porque nos amó desde antes de la fundación del mundo.

Quizás lo más importante que debe conocer todo hombre, es la distancia que existe entre Dios y él. Dios es Santo, Santo, Santo y el hombre es pecador. Ahí debe empezar nuestro conocimiento acerca de Dios y ahí debe permanecer.

Lo que el creyente debe conocer es la grandeza de Dios, quién es Él, conocer sus atributos revelados en su Palabra. Cuando conocemos los atributos de Dios y su Perfección, entonces nos damos cuenta de que Él es digno de que seamos sus esclavos. Nos damos cuenta de que somos miserables, que somos gusanos de la tierra, y una profunda tristeza y vergüenza invadirá nuestro ser, nacerá la humildad que es indispensable para ser siervos de Dios. Todo orgullo será echado por tierra y nunca más tendremos valor de creernos útiles o merecedores de algo.

Entre más conocemos a Dios, más le amamos; porque entendemos que su gracia es inmerecida y que sólo por su infinita misericordia nos ha salvado. 

Cuando conozcamos al verdadero Dios de la Biblia, entonces vamos a entender nuestra pequeñez, nuestra miseria, y nadie tendrá que enseñarnos ni exhortarnos. Nadie tendrá que decirnos “levante las manos, alabe a Dios, adore al Señor.”

Delante de Dios sólo somos polvo y gusanos de la tierra, no tenemos nada de que jactarnos.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.

jueves, 15 de agosto de 2024

LA SOBERBIA Y NAAMÁN




En el antiguo testamento se narra la historia de Naamán, general del ejército del rey de Siria, un personaje muy importante, pero que fue afectado por la lepra.

Una muchacha israelita que los sirios habían traído cautiva y que servía a la mujer de Naamán, fue la que le dijo que en Samaria había un profeta que podía sanarlo. Así fue que este general se presentó delante de su señor para que intercediese por él delante del rey de Israel.

El rey de Siria envió una carta al rey de Israel solicitando atención para Naamán. Naamán partió hacia Israel en su caballo, llevando dinero para pagar por su curación.

El rey de Israel se irritó al recibir la carta y rasgó sus ropas. Informado de la situación, el profeta Eliseo pidió que Naamán fuera enviado a él.

Cuando Naamán se presentó a la puerta de la casa de Eliseo, profeta de Israel, para que éste le sanara, el profeta en vez de salir a recibirlo le envió un mensajero para decirle que se fuese al río Jordán y se lavase ahí siete veces, entonces sería limpio.

Naamán, seguramente esperaba que el propio Eliseo saliese a recibirlo, ya que él era un importante personaje, nada menos que general del ejército de Siria. Sin embargo, Eliseo no sólo no salió, sino que le mandó a decir que se zambullera en el río Jordán, que tenía fama de ser muy sucio. Entonces Naamán se marchó muy enojado.

Dos criados de Naamán le convencieron de que obedeciese la orden del profeta, pues al fin de cuentas no era una misión difícil. Así fue como el general del ejército de Siria fue y se zambulló siete veces en el Jordán y fue sanado de la lepra.

A Naamán de nada le valió su poder terrenal, él mandaba a un importante ejército y le obedecían, pero no pudo ordenarle al profeta Eliseo que le sanara de la manera que él quería, pues pensaba que iba a ser sanado por medio de una imposición de manos.

En su arrogancia, Naamán probablemente se enfureció y pensó: "Es absurdo pensar que las aguas turbias del Jordán puedan limpiarme de la lepra, teniendo ríos cristalinos en mi país. Encima, el profeta me ha despreciado como si fuera un hombre común, ni siquiera se dignó a recibirme en persona, sino que mandó a un emisario. No obedeceré sus instrucciones, me voy."

En el mundo suele decirse que quien tiene el poder es el que manda y para la sociedad esto es válido. Pero el Creador es el Dueño absoluto de todo cuanto existe, es quien tiene el poder y es quien manda.

A Dios no le importa cómo lo veamos nosotros, Él es el Soberano ¿Por qué en el agua sucia del río Jordán? No lo sabemos, la Biblia no lo dice; pero una cosa sí sabemos: Que mucha gente como Naamán debe bajarse del caballo de la soberbia y zambullirse en aguas sucias para entender que sólo haciendo la voluntad de Dios es que podemos alcanzar su gracia y su misericordia.

En esta historia aprendemos que Dios es Soberano, que es Rey de reyes. Ningún rey terrenal está por encima de la voluntad de Dios.

Además, entendemos que la misericordia de Dios no se adquiere con bienes materiales y que el acceso a Dios por parte del ser humano requiere humildad y obediencia. Dios no muestra favoritismo y no se deja impresionar por la riqueza o el estatus social de las personas.

Si Naamán no hubiese obedecido y hubiese perseverado en su soberbia, seguramente habría muerto con lepra. Hay muchos soberbios que mueren en su soberbia, porque quieren que Dios haga las cosas a su manera. 

Hay muchas cosas y designios de Dios que no entendemos, pero podemos estar plenamente seguros de que Dios no es un ser arbitrario que hace lo que le da la gana, sino que es un Dios que todo lo sabe y que cuando nos manda algo es porque eso es lo mejor.

miércoles, 7 de agosto de 2024

EL MAYOR PECADO DEL REY DAVID

 




Cuando se estudia la Biblia y la vida del rey David, generalmente se señala como su más grande pecado, la relación con Betsabé y el asesinato de su esposo Urías. En este caso, Dios tomó cartas en el asunto.

La historia de David y Betsabé es un claro ejemplo de las debilidades humanas incluso en figuras tan prominentes como el rey. A pesar de sus logros y su cercanía con Dios, David cayó en la tentación de desear a la esposa de otro hombre. Este episodio nos recuerda que incluso los más grandes líderes pueden cometer errores graves.

Sin embargo, lo más notable de esta historia es la respuesta de David cuando fue confrontado por el profeta Natán. En lugar de negar sus acciones o intentar justificarlas, David reconoció su pecado, se arrepintió sinceramente y buscó la misericordia de Dios. Este acto de humildad y arrepentimiento fue lo que finalmente llevó a la restauración de su relación con Dios.

El perdón divino que David experimentó es un poderoso recordatorio de la gracia y la misericordia de Dios. A pesar de sus faltas, David fue perdonado y restaurado a través de su sincero arrepentimiento. Esta historia nos enseña que, incluso en medio de nuestros mayores fracasos, siempre hay espacio para el perdón y la restauración cuando nos volvemos sinceramente a Dios.

Pero desde el punto de vista de Dios, ese no fue el peor pecado que cometió el rey David, a continuación, se describe:

El rey David se había enfrentado en guerra contra muchos pueblos enemigos y Jehová Dios de los Ejércitos estaba delante de él para herir al enemigo, y además, le dio un nombre grande en la tierra. Todos los días venía ayuda a David, hasta hacerse un gran ejército, como ejército de Dios.

Pero Satanás se levantó contra Israel e incitó a David a que hiciese un censo y esto desagradó a Jehová.

Cuando Dios ordenó a Moisés levantar un censo, el fin consistió en que todos, los de veinte años arriba, dieran ofrenda a Jehová, para hacer expiación. El censo no se hacía con fines militares, sino que se relacionaba con el rescate de los primogénitos de los hijos de Israel.

David no tomó en cuenta esta ordenanza de Dios y ordenó a Joab, general de su ejército, que hiciera un censo. Aunque Joab le recordó a David que era pecado, éste no desistió.

En el libro primero de Crónicas se resalta como el gran pecado de David, el Censo. Este es el punto de vista de Dios. ¿Qué necesidad tenía David de saber con cuántos hombres contaba para la batalla, si era Jehová de los Ejércitos el que peleaba por él y le daba la victoria?

Como humanos, somos dados a señalar los grandes pecados de los demás sin tomar en cuenta el punto de vista de Dios. Sólo Él tiene la potestad de escudriñar los corazones y saber cuál es el pecado más grande de cada uno de nosotros.

No debemos olvidar que Dios nos ha llamado a ponernos a cuentas con Él y que, si nuestro arrepentimiento es sincero, aun cuando nuestros “pecados fueren como la grana” Él puede emblanquecerlos como la nieve. La mayor ofensa para Dios es que no confiemos en Él y que pensemos que es con nuestra propia fuerza obtendremos la victoria.

¡La honra y la gloria sean a Dios!

 


miércoles, 24 de julio de 2024

LA IGLESIA DE CRISTO

 



Nacimiento de la iglesia

 Durante el ministerio terrenal de Jesús, la iglesia como tal no existía, sin embargo, Jesús dijo: “sobre esta roca edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18).

La Roca es Cristo. La iglesia está edificada sobre Cristo, Él es el fundamento y esto lo encontramos en 1a Corintios 3:11, que dice: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo.

Cristo es la base de la iglesia. Su vida, su misión redentora, su resurrección, sus enseñanzas y sus mandatos son la única referencia que debe regir a la iglesia. Cuando venimos a Cristo, traíamos las manos vacías, nuestros conocimientos acerca de Dios eran muy pobres, no traíamos nada, sólo venimos a recibir de Él. El creyente sólo puede sobreedificar sobre esa base, es decir, hacer toda buena obra conforme a lo enseñado por Él.

 En 1a de Pedro 2:4, el apóstol dice que Jesús es “piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa...”

Esta misma piedra es mencionada por el profeta Isaías: “Por eso dice el Señor y Dios: Miren, yo pongo en Sion una piedra probada, piedra angular y preciosa para un cimiento firme; el que crea no se tambaleará.”  (Isaías 28:16, NVI).

Después de la ascensión de Jesucristo, el día de Pentecostés, es cuando nace la iglesia. Estando reunidos en Jerusalén, los apóstoles y alrededor ciento veinte personas, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y todos fueron llenos. (Hechos 2).

 

¿QUÉ ES LA IGLESIA?

La iglesia, por definición es el cuerpo de Cristo. En su carta a los Efesios 5;28, el apóstol Pablo dice: “Cristo es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.” (Ver también Colosenses 1:18)

En el libro de Hechos, Jesús confirma que la iglesia es su cuerpo. Cuando Saulo de Tarso (el apóstol Pablo) se dirigía a Damasco en su cruel tarea de perseguir a los cristianos para apresarlos, la Biblia dice que repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo, que le dejaría ciego por tres días y escuchó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues”

Entonces Saulo preguntó: ¿Quién eres, Señor? Y le respondió el Señor: Yo soy Jesús, a quién tú persigues.

Obviamente, Saulo no perseguía a Jesús, porque éste ya había ascendido al cielo; pero Jesús le hace entender que si persigue a la iglesia es igual que perseguirlo a Él, porque la iglesia es su cuerpo.

En otro pasaje bíblico, en Lucas 10:1-19, cuando Jesús envía a setenta discípulos suyos para que prediquen el evangelio, les dice: “El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.”

Los cristianos representan a Jesucristo, son su cuerpo.

Dios delegó en nosotros la misión de realizar Su obra en la tierra. Esta verdad también la vemos en la Gran Comisión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)

Si quieres saber cómo es Dios, mira a su iglesia, que es el cuerpo de Cristo.

 

PROPÓSITO DE LA IGLESIA

 El apóstol Pablo en su carta a los Efesios 3:10 nos señala cual es el propósito de la iglesia y dice:

“El fin de todo esto es que la sabiduría de Dios en toda su diversidad se dé a conocer ahora, por medio de la iglesia, a los poderes y autoridades en las regiones celestiales, conforme a su eterno propósito realizado en Cristo Jesús nuestro Señor.” (NVI).

Esto implica, en primer lugar, que Dios ha confiado a la iglesia la importante misión de enseñar el evangelio y de representarle ante el mundo.

En segundo lugar, significa que las inteligencias creadas por Dios aprenden sobre Su sabiduría a través de la iglesia. Por medio de ella, el mundo puede observar el amor de Dios manifestado en aquellos que han sido redimidos por su fe en Jesucristo.

Además, este versículo nos muestra que la iglesia no solo testimonia el reino de Dios al mundo, sino que también funciona como una escuela para los ángeles, descritos como “poderes y autoridades en las regiones celestiales”.

Los ángeles, de diferentes rangos, están aprendiendo el propósito eterno de Dios, que consiste en otorgar la salvación a los pecadores arrepentidos que han aceptado la fe en Jesucristo.

La iglesia no es un edificio, es el cuerpo de Cristo, que refleja el poder, la sabiduría y el amor de Dios.

En este contexto, la iglesia adquiere un papel relevante, sobre todo en aquellos momentos en los que podemos sentir que Dios nos ha abandonado. Dios es fiel y Él prometió estar todos los días con nosotros hasta el fin. La iglesia es el cuerpo de Cristo que nos imparte sabiduría, nos guía y nos consuela. No estamos solos en ninguna lucha.

La gloria y la honra sean dadas a Dios.